Ya era casi la hora de cenar y todavía no había ordenado todas mis cosas. Mi habitación era bastante grande, pero contaba con lo típico, una cama, un escritorio, una estantería y un baño, nada más. Menos mal que los baños no eran comunitarios.
No iba a bajar a cenar, ni loca, no conocía a nadie, ni ese lugar me daba buena espina. En fin, creo que después de recoger todo me iré a dormir enseguida.
Seguía flipando con el comportamiento de la señora Paulson. Esa señora cambió por completo cuando mis padres se fueron, se comportó demasiado fría y distante. Y a eso hay que añadirle que no me paraba de mirar con esa mirada tan terrorífica.
Acababa de recoger todo, estaba apunto de cambiarme de ropa y echarme a la cama cuando justo llamaron a la puerta. ¿Quién sería a estas horas? No espere más y me dirigí hacia la puerta. La sorpresa fue enorme al no encontrarme con nadie, ni una persona, demasiado raro. Miré por todos los lados y no había absolutamente nadie. Cuando iba a cerrar la puerta, miré hacia abajo por casualidad. La sorpresa aumentó al encontrarme con una extraña carta. No lo dude dos veces y la cogí, cerrando la puerta rápidamente. El pasillo no es que diera muy buena espina de noche, la verdad.
La carta era muy pequeña, de un color rojo vino y con un sello de color negro del reformatorio, o eso me imaginaba.
La carta decía, en letras bastante elegantes, lo siguiente: "La cena ya ha empezado, si no baja tendrá graves consecuencias".
JA, ni loca bajo, me da igual lo que me pueda pasar, no será para tanto. Así que dejé la carta en el escritorio y me cambié de ropa.
Mañana tampoco iría a desayunar, no me importaban esas graves consecuencias, como decía la carta.
Yo sin conocer a alguien no bajo a ese comedor, es demasiado raro. Además mi madre antes de salir de casa me puso un zumo por si acaso en la mochila, así que eso será mi desayuno.
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Nada Es Lo Que Parece
Vampiros¿Qué puede haber de malo en ir a un reformatorio? Hasta ese momento no lo sabia.