Íbamos por el río, solo se escuchaba los remos chocar con el agua. Todos observaban alrededor, sin embargo Lucy y yo teníamos la mirada centrada en los árboles.
—Están muy quietos—Rompió el silencio. Trumpkin dirigió su mirada a la niña para luego observar a los árboles.
—Son árboles. ¿Qué esperabas?—Respondió el enano llamando nuestra atención.
—Antes bailaban—Recordó Lucy.
—Cuando ustedes se fueron invadieron los telmarinos. Los sobrevivientes se retiraron al bosque, y los árboles...—Hizo una pausa—...Se retiraron dentro de sí mismo y quedaron callados.
—No entiendo. ¿Cómo permitió Aslan que sucediera esto?—Se preguntó con tristeza Lucy.
—¿Aslan?—Levantó una ceja incrédulo—Creíamos que nos abandonó cuando ustedes se fueron.—Peter dejó de remar para verlo pero Trumpkin ya había retirado la mirada hacia las aguas cristalinas.
—Aslan es un León parlante, rey de Narnia y una de las razones del por que estamos aquí—Me aclaro Edmund en un susurro.
—Gracias, Ed—Agradecí con una pequeña sonrisa, aunque ya lo sabía.
—No nos fuimos a propósito.—Le respondió Peter reanudando su trabajo.
—Eso ya no importa, ¿verdad?—Dijo el enano.
—Llévanos con los narnianos y va importar—Lo dijo con decisión Peter.
—No te preocupes Lucy—Hable por primera vez, ocasionando que me miraran—Si le hablas se que ellos te escucharan, ellos van estar aquí cuando los necesites.—Le mostré una sonrisa convincente que ella y sus hermanos me corresponden más animados.
Peter que estaba frente a mí me dijo un gracias silencioso a lo que respondí con una vaga sonrisa. Nadie habló más, cada quien en su mundo quedo, me puse a juguetear con el agua hasta que anunciaron que se veía tierra a la vista. Me incorporé frunciendo el ceño, me baje con rapidez siguiendo a Lucy de cerca, detrás de nosotros se escuchaba los jadeos de los demás por jalar el barco a la orilla.
—¡Hola!—Saludo con emoción al Oso que se veía.
Sus hermanos extrañados voltearon hacia nosotros. Me posicione a su lado, no podía sacar mi arco porque se que se iban alterar. El oso se puso en dos patas, trague saliva con nerviosismo.
—Está bien, somos amigos—Insisto en hablarle.
—No creo que sea buena idea—Comente con temor al escuchar sus gruñidos.
—¡No se muevan!—Advirtió Trumpkin con cautela.
Lucy lo miró con confusión pero yo no aparté mi vista del oso, el animal empezó a correr hacia nosotros. Es cuando la agarre y tire de ella para correr.
—¡No te les acerques!—Amenazó Susan tensando una flecha y apuntando.
El oso ni la escuchó y nos siguió persiguiendo, alente a Lucy seguir corriendo frente a mi. Ella se enredo entre su propia vestimenta cayendo, no tuve tiempo de ayudarla y me puse delante de ella.
—Lucy, levántate y huye. Yo lo distra...—El oso me derrumbo poniéndose en cuatro patas; rugiendo en mi cara.—¡No jodas!
—¡Dispara, Susan!—Demandó desesperado Edmund.
El oso se puso en dos patas preparando sus grandes garras para dar un zarpazo. Cerré los ojos gritando, pero solo escuche el bufido del oso junto al peso muerto del mismo.
Sin importar que estuviera aturdido me levanté tambaleante.
—¿Lucy? ¿Estas bien?—Ella estaba atras de mi, su cara demostraba que estaba asustada pero no tenia ningun rasguño, aliviado me deje caer ante ella.—Joder, que gran susto.—Me despeine el cabello agotado.
—¿Por que no se detuvo?—Preguntó Susan, confundida.
—Sospecho que tenía hambre—Expresó Trumpkin caminando hacia nosotros con el resto de los hermanos. Note la mirada decepcionada de Susan sobre su arco.
Peter llegó corriendo para ayudarle a Lucy a pararse, apuntando su espada al oso junto con Edmund.
—Está muerto—Avise parandome a lado de Edmund, el solo me miro de forma seria. Trumpkin se paró al frente del oso picoteando con su arco.
—Gracias—Agradeció Lucy pasando su mirada del enano a mi.
El solo la miró en silencio.
—Era un oso salvaje—Dijo desconcertado Edmund.
—No creo que pudiera hablar—Hablo con tristeza el rubio; abrazando levemente a Lucy.
—Si te tratan como un animal tonto...—Comenzo Trumpkin.
—Acabas volviéndote uno.—Complete en un susurro llamando la atención.
—Quizá Narnia les resulte más salvajes de lo que recuerdan.—El enano desenvaino su cuchilla y se puso de rodillas, con incomodidad me puse de espalda agarrando la manga de Edmund, apretándolo; escuchando la cuchilla rasgar la piel del oso.
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