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—Matheo, por favor detente. Mi mamá te escuchará. —Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Y entonces otra cosa me quedó clara. Ella estaba ocultándolo por su madre. Desiree, siendo la persona más desinteresada que conocía, prefería aferrarse al oscuro secreto que dejar retroceder a su madre sabiendo lo que le estaba sucediendo.

—Tiene que irse —dijo su padre con severidad.

—No, lo que tengo que hacer es ir allí y matarte a golpes. —Mi pecho se apretó contra las diminutas palmas de Desiree mientras me sentía perdiendo el control.

—Tengo una pistola en el cajón de mi escritorio que dice que tienes que irte —dijo él bruscamente con ojos furiosos.

Entonces sentí que me movía hacia él. Una amenaza era una amenaza y acababa de lanzarme una. Me coloqué cara a cara con él y disfruté del temor que se deslizó en sus ojos.

Sentí a Desiree jalando mi brazo.

—Por favor, Matheo, por favor sólo vete —decía una y otra vez. No parpadeé mientras lo miraba fijamente a los ojos.

—No voy a ninguna parte sin ti.

No lo haría. No había manera en el infierno que fuese a dejarla en esa casa con ese hijo de puta. Sobre todo teniendo en cuenta que probablemente acababa de hacer las cosas peores para ella.

—Está bien. —Ella estaba entrando en pánico—. Por favor, sólo vayámonos.

Y entonces estaba alejándome de él mientras ella empujaba contra mi pecho con las manos. Mis ojos nunca se apartaron de su rostro. Nunca había querido arrancarle la carne a alguien tan desesperadamente en mi vida.

No respiré de nuevo hasta que estuvimos en mi auto. Me volteé hacia ella y me devolvió la mirada con los ojos muy abiertos.

—Deberías habérmelo dicho. —Quería llorar.

La tristeza que sentía por ella combinada con la ira pura que sentía hacia su papá era abrumadora.

—Lo siento —susurró.

La atraje hacia mí y la sostuve entre mis brazos mientras ella comenzaba a llorar.

—Nunca te disculpes conmigo por nada. En todo caso, yo debería disculparme. Si lo hubiese sabido habría manejado las cosas de forma diferente.

El frente de mi camisa se estaba humedeciendo por sus lágrimas. Aparté el cabello de sus mejillas húmedas y besé su frente. Me prometí en ese momento cuidar de ella. No había manera que fuese a dejarla ir de nuevo a esa casa, no hasta que ese hijo de puta estuviera tras las rejas o muerto.

Me aparté y miré hacia ella.


—¿Dónde está tu hermanito?

Ni siquiera había pensado en su hermano menor. Ella dijo todo lo que se estaba guardando. Allí mismo, en el patio delantero. Me habló de los años de ser golpeada, sobre enterarse de que el gobernador no era su padre, y sobre sus temores por Jair. 

Sin embargo, ella dijo que mantenía una estrecha vigilancia sobre su hermano y sólo se quedaba lejos cuando su hermano lo hacía. Era extraño descubrir estas cosas sobre Desiree, cosas que hacían todavía más comprensible quien era ella. Ambos habíamos crecido en ambientes jodidos y ambos nos habíamos salvado el uno al otro. Estábamos destinados a estar juntos y yo había calmado su dolor del mismo modo en que ella había calmado el mío.

—Entiendo si no quieres volver a verme —dijo ella entre lágrimas. La miré como si estuviese loca.

—De eso no tendrás que preocuparte nunca —sus labios se sintieron suaves y húmedos contra los míos cuando la besé suavemente—. Vamos a llevarte a casa.

Mierda, eres mi deseo. (Dark Passion 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora