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Desiree
Me quedé allí por un minuto mientras los suaves gritos de Jair llegaron a mis oídos. No duraron demasiado y tuve un vistazo de su rostro y sus ojos cerrados mientras él lanzaba múltiples bofetadas a su rostro. Se había desmayado del miedo. Podía recordar hacer lo mismo cuando era más joven. Recordaba despertar con mis costillas todas rotas y sabiendo que papá habie hecho eso.


De repente, regresé a tener el control de mi cuerpo. Sentí el peso de la pistola en mi mano mientras la levantaba y apuntaba su espalda. Diez años de mi vida se estrellaron en mí. Los recuerdos de los golpes, los insultos, los gritos, todo eso invadió mi mente de golpe. Me dio toda la determinación que necesitaba y en ese momento, supe que iba a apretar el gatillo si significa evitar que Jair pasara por lo mismo.

La fuerza de la pistola mandó mi mano hacia arriba. El sonido fue tan ruidoso que me dejó sorda por unos segundos hasta que pude escuchar el sonido fuerte y el zumbido constante de mis oídos.

Su cuerpo se sacudió y se volteó con los ojos muy abiertos. Poniéndose de pie, su cuerpo entero se alzo frente a mí y sentí nauseas. Alcanzó su espalda y la tocó antes de mover su mano sangrienta para inspeccionarla. Había dado en el blanco, y ahora que lo había hecho, no estaba satisfecha de que siguiera caminando. Si seguía caminando, significaba que podía seguir haciendo algo. Si podía seguir haciendo algo, entonces eso significaba que Jair todavía no estaba seguro. Mientras él siguiera respirando, yo nunca podría estar completa y el no estaría seguro.

Encontré su mirada mientras levanté el arma una vez más y apunté a su pecho. Solo sería la segunda vez en mi vida que disparaba un arma y me aseguraría de no fallar. Apreté el gatillo una vez más y mi mano se alzó. Su cuerpo cayó al suelo en una masa de sangre. Miré Jair quien, afortunadamente, seguía inconsciente. Había manchas de sangre en su bonito rostro y cubriendo su cama celeste.

Mis sentidos se expandieron y una vez más, pude procesar todo a mí alrededor. El estallido en mis oídos continuaba, pero ahora el latido de mi corazón fue añadido a los sonidos a mí alrededor. El olor a sudor y sangre llenó mis fosas nasales y el sabor de la bilis llenó la parte de atrás de mi garganta mientras sentía ganas de vomitar. Todas esas cosas se estrellaron contra mí y aun así me sentí mucho más liviana, como si un peso de mil libras hubiera sido levantado de mi pecho.

Caminé cerca de su sangriento cuerpo y mientras sabía que debería sentir tristeza por el hecho de que probablemente iba a pasar el resto de mis días en prisión, todo en lo que podía pensar era en que tan libre iba a ser por el resto de mi vida.

—Caramelo—susurró Matheo detrás de mí.

Me giré y puso sus manos en alto como si tuviera miedo de que le disparara. Sus ojos se abrieron mientras miraba detrás de mí. Pronto, Hugo y Max estuvieron parados detrás de él, mirando el cuarto. Los tres me rodearon mientras Matheo se acercaba lentamente y quitaba el arma de mi mano.

—Oh por Dios, ¿Qué hiciste, Desiree?

Las palabras estaban atoradas en mi garganta y tuve que empujarlas. Mi voz sonó como una millón de kilómetros—. Estaba lastimando a Jair.

Sus ojos miraron más allá de mí y vio el cuerpo inconsciente de mi hermano y el cuerpo muerto de mi papá. Luego sus oscuros ojos se estrellaron con los míos y una sombría y triste expresión cubrió su rostro.

—Hugo —dijo sobre su hombro. Sus ojos nunca dejaron los míos.

El rostro pálido de Hugo apareció a lado de Matheo—. ¿Si, hombre? —Su voz tembló.

—Eres mi amigo, ¿verdad? ¿Harías cualquier cosa que te pida, sin preguntar? — preguntó Matheo.

Hugo tragó, luego asintió con la cabeza.

—Si, amigo. Lo que sea que necesitemos hacer. Hagámoslo y vayámonos de aquí.

Matheo se estiró y paso sus dedos por mi mejilla. Sus ojos se llenaron con lágrimas mientras se inclinaba y me besaba suavemente.

—Toma a Desiree y váyanse —dijo con severidad.

—Matheo, no hagas esto, hombre. Vas a arruinar tu vida —dijo Hugo con ojos salvajes. Matheo le disparó una última mirada y Hugo alzó sus manos y sacudió su cabeza. —Si es lo que quieres —dijo con firmeza.

Mi cabeza giró de un lado a otro hasta que finalmente lo entendí. Matheo iba a tratar de echarse la culpa.

—¡No! —grité cuando Hugo agarró mi brazo.

Traté de zafarme, pero entonces Max estuvo a mi lado, jalándome también.

—Les diré la verdad, les diré que yo hice esto. Por favor, Matheo, no hagas esto —grité mientras luchaba contra su apretado agarre.

Me alejaron de él y mis pies se arrastraron por la alfombra gris de mi hermano.

—¿A quién crees que van a creerle? —Preguntó Matheo—. ¿A un chico como yo del lado equivocado del camino que ya ha estado en la cárcel? ¿O a ti, la hija del alcalde que es lo suficientemente estúpida como para proteger a su novio para que no vaya a prisión?

Agarré el marco de la puerta mientras Hugo y Max jalaban mi cuerpo.

—¡No! —grité una vez más.

Él tenía razón. No importaría lo que yo dijera. Si él confesaba y les dijera que yo solo confesaba para salvarlo, los policías definitivamente le creerían. De nuevo, nuestros antecedentes nos estaban jodiendo.

Mis dedos se estaban poniendo morados mientras me agarraba al marco de la puerta. Sus ojos quemaron en los míos mientras una lágrima caía por su mejilla. Sorbió por la nariz una vez y limpió la lágrima con el dorso de su mano donde seguía sosteniendo el arma.

—Te amo, Caramelo. Siempre.

Hugo me jaló fuerte una última vez y mis dedos se deslizaron del marco de la puerta. Grité, sin importar quién me escuchaba, mientras me jalaban por el pasillo y bajábamos por las escaleras.

Mierda, eres mi deseo. (Dark Passion 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora