Harry se sirvió una copa de whisky y se sentó, en el sofá. Si aquella mujer se había propuesto volverle loco, lo estaba consiguiendo.
Pero, no le importaba. Iba a tenerla. Quizá cuando la hubiera conseguido, podría pensar con más claridad.
____ estaba sentada en el extremo opuesto del sofá, con el cuerpo girado hacia él.
No podía dejar de mirar, su cabello rojizo. Quería acariciarlo, quería hacerle el amor y que su pelo se derramara, por su cuerpo.
-Céntrate, por favor -dijo ella.
Harry la miró, a los ojos. ____ no era, su exmujer. Y él no volvería a cometer las mismas estupideces, del pasado.
Pero ella era mucho más hermosa e inteligente, de lo que su exmujer había sido jamás; las probabilidades de que volviera a hacer alguna tontería, eran muy altas.
-Está bien, Red -dijo, suspirando-. Dime por qué tendría que dejarte entrar, otra vez, en la mina. Y olvidémonos por un momento de que eres una mujer extraordinariamente atractiva, y yo estoy loco de deseo.
-Si sigues así, nunca llegaremos a ninguna parte -dijo ella, guiñándole un ojo.
-Está bien. Explícate.
-Mira, Harry, mi hermano es tan cabezota como tú o más. No se rendirá nunca. Dará igual que tú le digas que no una o mil veces, él seguirá intentando entrar en la mina y convertirá tu vida y la de todos, en un infierno. Y eso no te gustará, Harry, créeme.
-Sí, desde luego que no me gustará, pero no es una razón para ceder. Además, ¿se puede saber en qué diablos piensa tu hermano, enviándote aquí sola para que entras en una mina tan peligrosa, como ésa? La verdad, no lo entiendo. Y pienso decírselo.
-Cuando tienes a una geóloga en la familia, a alguien que tiene experiencia sobre el terreno, ¿a quién mandar mejor que a ella?
-En cualquier caso, la idea de sacar de quicio a tu hermano impidiéndole entrar aquí, me atrae.
-No si piensas, en lo que tú realmente deseas. Piénsalo, un momento.
-Eso es fácil, Red. A quien deseo es, a tí.
-Además de mí. Cuántos menos problemas tengas con mi familia, especialmente en relación con el diamante, mejor para tí. Si encontramos el diamante, ya no tendrás que soportar a más buscadores de tesoros, merodeando por aquí. Y los McCord no te llevarán a los tribunales, para poder entrar en la mina.
-¿A los tribunales?
-Ya te lo he dicho antes, Harry, mi hermano, es muy cabezota, igual que tú. Él piensa que los derechos sobre el diamante, son de los McCord. Piensa que mi familia tiene todo el derecho a entrar ahí, cuando así lo decida. Dirá que lo único que estamos haciendo es, hacer valer nuestros derechos. Puedes enfrentarte a él y llevarle a juicio, pero no te dará más que problemas. Y tú no quieres eso. ¿Qué es lo que tú quieres, de verdad?
-¿Además de verte desnuda?
-Sí, además de eso. Vamos, Harry, ¿qué quieres? ¿Acaso no deseas poder olvidarte de una maldita vez, del diamante?
-Sí, claro que sí. Pero ¿cómo puedo conseguirlo?
-Solucionando este asunto, ahora mismo. Tú y yo. Lo haremos juntos. Lo único que necesitamos es poder confiar un poco, el uno en el otro. Yo confío en ti, y tú también confías un poquito en mí, no lo niegues. De esta manera, yo podré echarle el guante a ese diamante y tú librarte, de mi hermano.
-Si lo encontramos... Hay cinco minas aquí, podemos estar buscando una eternidad.
-Sólo una de ellas, importa. La mina del Águila. Tengo los planos originales, de las minas. Y en ellos, hemos descubierto algo. En el borde del plano de la mina del Águila, hay un diamante dibujado. No hay nada parecido, en los planos del resto de las minas.
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