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____ durmió como un bebé, feliz y sin preocupaciones, hasta que la despertó el mismo sonido de la lluvia y el aullido del viento, de la noche anterior. Y estaba sola.

Se sentó, apartándose el pelo de la cara. Ya no lo llevaba recogido en una trenza, sino suelto, y el viento lo agitaba a uno y otro lado de su rostro. Se puso la camiseta y el sujetador. Tenía aún algo de sofoco en las mejillas y sus vaqueros estaban desabrochados y con la cremallera bajada.

Pero no se sintió preocupada por ello.

No habían hecho el amor. Al menos, no del todo.

Él, la había cuidado.

Se había sentido, como si el mundo entero explotase de felicidad dentro de ella, como si no hubiera existido otra cosa, que las manos y la boca de su cowboy. Se angustió por un momento pensando que quizá ella, no le hubiera hecho sentir lo mismo.

Él le había dicho que deseaba tenerla en una cama caliente y blanda, en una habitación confortable y agradable y con todo el tiempo del mundo, para hacer bien las cosas. A él no le gustaban las prisas. No quería preocuparse por la tormenta o por una posible inundación, ni por la idea de que ella creyera que le debía algo.

Pero sí, le debía algo.

Y quería devolvérselo.

¡Qué hombre!

Entonces recordó, el asunto del dinero. La familia de ____, era rica e influyente. Su padre le había dicho, que los hombres se acercarían a ella por su dinero.

Confiaba en que ése no fuese el caso, de su apuesto cowboy. Los peones de los ranchos, llevaban una vida sencilla, a la mayoría les bastaba con muy poco, y por lo general no se sentían atraídos por el mundo de opulencia, en que vivían las familias como la suya.

Ella sólo quería conocerle, disfrutar con él, pensar por un momento que todas las cosas buenas de este mundo, podían ser posibles con ese hombre.

¿Cuánto tiempo hacía, que no sentía una cosa así?

Casi cantando, se puso de pie y se fue a buscarlo.

Aún debía de ser muy temprano. Miró su reloj, no eran ni las cuatro. Había una bruma blanca y fantasmal. La lluvia y el viento, seguían azotando las rocas.

Fue de un extremo a otro de la cornisa. No le resultó fácil ver a través de aquella espesa niebla, pero él no estaba allí.

Instantes después, apareció bajo la lluvia. Era una figura fantasmal. Ella se dio cuenta en seguida, de que venía empapado. Él se detuvo al llegar junto a ella y esbozó, una amplia sonrisa.

-¿Has dormido bien, Red?

-Sí. ¿Y tú?

-Tuve unos sueños muy agradables. Soñé con una mujer que dormía abrazada a mí. Sí, he dormido muy bien.

¿Así es como ella había pasado la noche? ¿Abrazada a él?

Sí. Debía ser cierto, porque ella había dormido una noche sobre una roca dura, y a la mañana siguiente había sentido todo el cuerpo dolorido. Esa mañana, en cambio, se sentía muy bien.

-Lo siento -dijo ella.

-No me estoy quejando -replicó él, tranquilizándola.

-Bueno, es que... tú tuvisteis que dormir en el suelo.

-Bueno, entonces creo que estás en deuda conmigo.

Ella se rió, como no lo había hecho antes en muchos años.

Diamante de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora