La Receta del Amor

Capítulo 32

Nic

Me quedo parado esperando.

Lo veo caminar hacia mí con una sonrisa.

- Nic. - dice al quedar frente mio.

- Lo lamento, ¿estabas ocupado? - digo. - Eh, no, es decir, claro que estás ocupado salvando vidas, es que me refería...

- Justo empezaba mi descanso. - dice con esa sonrisa amable.

- Oh genial. - digo. - No quiero quitarte tiempo de tu descanso, solo venia a traerte esto. - le extiendo el tupper. Él lo agarra, me sonríe ampliamente.

- Vaya, se hace costumbre. - dice. - No me malenseñes.

- Solo es el almuerzo. - digo. - Y bueno, postre también.

Ríe. - No es que me queje, pero no necesitas seguir trayendome el almuerzo. - dice. - No te sientas en la obligación.

- No es una obligación. - digo. - Solo quiero agradecerte, por todo.

- No fui yo.

- Puede que al principio no, pero despues si. - digo. - Cuando desperté allí estabas, me checabas a cada rato, incluso me llevaste helado a escondidas.

- Sh, que no tienen que enterarse. - dice divertido.

- No le has dicho nada a Bea y a tu hermano. - digo.

- Es código profesional. - dice. - Además de que no soy una señora de 70 años con baton y ruleros. No me corresponde a mi.

- Solo quiero dejarlo atrás. - digo.

- Hay que mirar para delante. - dice.

Nos quedamos mirando en silencio. Es la primera vez que presto atención en lo bonitos que son sus ojos.

- Mejor no te quito más tiempo. - digo.

- ¿No... no quieres que almorcemos juntos? - dice. - Una porción es para un batallón y me gusta atragantarme con postre, podríamos compartirlo.

- Eh, no lo sé...

- Anda, que me gusta la compañía. - dice.

Me mira con esos ojos y esa sonrisa. - Bueno. - digo.

- Genial. - dice. - Ven, hay unas bancas en el jardín donde nos podemos sentar.

- Lo sigo, Doctor. - dice.

Salimos al jardín del hospital y nos sentamos en una banca, que está bajo un bonito árbol.

Comenzamos a comer en silencio.

- ¿Cómo están esas manos? - me pregunta.

- Sanando... - digo.

Le extiendo una, él la toma y acaricia las partes donde están los cortes, que van cicatrizando.

- Prueba de que eres un sobreviviente. - dice con una sonrisa.

- Prueba de que soy un idiota, en realidad. - digo.

- No sean tan duro contigo mismo. - dice.

- ¿Tu no has sido duro contigo mismo en tus momentos? - digo.

- Touché. - dice.

- Si no te molesta que pregunte... - digo. - ¿Qué pasó?

Suspira. - Todo empezó hace ocho años atrás. Yo formaba parte de médicos sin fronteras en Irak. Y... ahí lo conocí a él.... - dice. - Era militar, Sargento 1ro Joseph Dalton. Estaba en la seguridad del hospital de campaña. Una noche atacaron el hospital, él salió herido de bala, yo le saque la bala y le cambiaba las vendas todos los días. - hace una pausa. - No se en que momento paso, pero nos enamoramos. Mi tiempo llegaba a su fin, y a él solo le quedaba dos meses. Así que decidimos irnos a vivir juntos. Nos casamos a los dos meses, solo eramos nosotros dos. Él quería mantenerlo en privado, no quería hacerse la fama de "maricón" en el ejército. Él amaba su profesión, al igual que yo la mía. El tiempo pasó y él trabajaba como maestro de educación física en una escuela, pero no era feliz. Quería reenlistarse de nuevo, solo que no lo decía. Tuvimos muchas discusiones por eso, así que decidimos que lo haríamos de nuevo, juntos. Fuimos asignados a Yemen. - suspira. - Estábamos en la capital, en Saná. Había una misión encubierta en lado enemigo. Lo conocía mejor que nadie, sabía lo que pasaba por su cabeza, quería ir. Le roge que no lo hiciera, esa noche tuvimos una discucion muy fuerte... - queda callado unos segundos. - Fue la última vez que lo vi. - sus ojos estaban llorosos.