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Ya era lunes en la mañana, el día era algo nublado, puesto que el invierno estaba más cerca que nunca, las calles eran frías y todos preferían quedarse en su acogedor hogar calientitos. Sin embargo, no era el caso de Jack Conway, quien tenía que irse cerca de las montañas con sus dos comisarios de secreta a una misión.

Había despertado más temprano de lo normal, solo para despedirse de su novio que seguía preparando algunas cosas más, y también dejándole una lista de cosas que tenía que comprar mientras no estaba, iban a ser solo cinco días, pero para Gustabo resultaba una eternidad.

– Vale, aquí tienes las llaves del despacho, estas son las de Seguridad y aquí las de vestidores. – Dijo señalando cada una de las llaves que colgaban del llavero que el rubio le había regalada hacia ya tiempo.

El otro solo se dedicaba a asentir a todas las recomendaciones con una cara de tristeza, esperaba que el mayor se diera cuenta y se retractara de dejarle solo, pero parecía muy concentrado en la hora y en salir lo más rápido posible.

– Si necesitas ayuda, no dudes en llamar a Michelle, ¿vale?

– Ujum... – Murmuró con la mirada baja y jugando con las llaves.

Jack se percató de la actitud de su novio, así que con un suspiro dejó su mochila a un lado sentándose en el sofá, para después atraer al rubio entre sus piernas.

– Gus... – Le llamó, pero no obtuvo respuesta. – Mírame por favor.

En ese momento las orbes azuladas conectaron con su mirada, y le dió un pequeño beso para calmarle.

– Todo va a estar bien, yo iré a por algunos hijos de puta, tu te quedarás en comisaría, y lo harás bien. Siempre eres altanero, así que no te intimidaran y tendrás la ayuda de Horacio.

– Mhm.

– ¿Qué es lo que te preocupa tanto?

Silencio.

– Gusta-.

– ¡Tú!, eres tú lo que me preocupa, te irás lejos... Y no sé si pueda pasarte algo, ¡o yo que sé! – Sus manos se movían frenéticamente demostrando su angustia.

– Soy el Superintendente Jack inmortal Conway, no me pasará nada, igual estaré en contacto contigo todas la veces que pueda, ¿bien?

El menor dió un pequeño asentimiento, y Conway le dió un beso de despedida.

– Todo irá bien.

(... )

Todo irá bien”, eso dijo pero en realidad todo estaba en un descontrol, en estos momentos se encontraba en una persecución de un Código 3, pero los fugitivos no se lo estaban haciendo fácil.

– ¡Mierda! – Agarró la rádio lo más rápido que pudo – Me cago en la puta con la Mery de cojones, haced bien los Protocolos, joder – Gritó.

Su pie pisó el acelerador lo más fuerte que pudo, casí alcanzando los 100 km/h, chocó un poco con el vehículo de los hermanos gallegos y avisó por rádio que los alumnos y oficiales presentes practicaran el famoso Código Pit. Y así se hizo, logrando que la moto se desestabilizara y los sujetos bajaran con las manos en alto.

– ¿Eras tú el de la Mery? – Preguntó un oficial a uno de los alumnos.

– ¿Quién era? – Dijo Gustabo sacando las esposas y tomando al castaño del brazo y guiandolo a su patrulla.

– Alumno Leónidas, señor. – Respondió el rubio.

– Joder con la puta Mery, Leónidas. A la próxima coge el maldito patrulla – Dijo algo cabreado.

– Inspector Gustabo, señor. Lamento haberle chocado, pero no tengo compañero de patrulla.

Gustabo bajó la ventanilla del vehículo, y le miró con el ceño fruncido.

– Pues pídele a uno de tus colegas que te lleve de la mano, joder.

Luego de eso arrancó el coche en dirección a comisaría, para llevar al chico al calabozo del lugar.
Miró por el espejo retrovisor a su amigo y chisto, para proceder a leerle los derechos.

– ¿Los haz entendido?

– Que sí joder, solo no me metas a la trena.

– Eso ya lo veremos, Segis.

Había pasado más de dos horas y no paraban de saltar una cantidad exagerada de avisos de entorno, y códigos 3 en los badulaques de toda la ciudad, ya comenzaba a estresarle el sonido de notificación del móvil, además de que algunos agentes se escabullian de el para no ir a ningún chivatazo y quedarse en comisaría.

Así que llamó a su mejor amigo por rádio, avisándole que se iba a quedar en comisaría para vigilar a los alumnos que todavía no tenían permitido patrullar sin un supervisor.

– Los alumnos presentes en comisaría venid a la recepción – Avisó y se acomodó en una de las paredes para esperar.

En eso, de la nada escucha un fuerte ruido proveniente de los vestidores, así que curioso caminó de la forma más sigilosa posible hasta la puerta, donde colocó su oreja para poder escuchar.

– ¿No es peligroso? Nos vamos a meter en un lío, Esteban.

– Claro que no, es solo una broma inofensiva, deja de ser tan aguafiestas Pad.

Enarcó una ceja, y abrió un poco la puerta para espiar quienes eran las dos personas teniendo una charla un tanto extraña, pero cuando estaba en ello un alumno le asustó regresandole a la realidad.

– ¿Inspector? Ya estamos en fila esperándole.

– Ah, sí, lo siento... Voy en un segundo.

– 10-4.

Carraspeo, y se acomodó su uniforme regresando a la recepción, aún algo inseguro de la conversación que había Estado espiando.

Se acercó a los alumnos, asignándoles diferentes tareas, unos se iban a  quedar tomando denuncias y cuidando la comisaría, mientras otros irían en duos patrullando por zonas específicas.

– Y recordad, si os sentís en peligro, mandad su 10-20 y pedir ayuda por rádio.

Todos los presentes asintieron y con prisa fueron a sus respectivos trabajos. En ello Horacio cruzó la puerta de comisaría tomando un juguito de caja sabor a fresa y saludó efusivamente a su amigo.

– ¡Hey! ¿Qué pasa perla? ¿Dando porrasos a lo Jack Conway?

Los dos rieron.

– Nada, organizando un poco las cosas, realmente no me va esto de mandar...

Horacio se atragantó, y le miró incrédulo haciendo que el otro alzara sus cejas, con una clara expresión de: “¿Qué?”.

– ¿En serio? ¿No se te da mandar? Venga ya.

Pero su conversación fue cortada cuando las alarmas de incendio sonaron estruendosamente y sus ropas fueron mojadas por los rociadores automáticos.
Los civiles que se encontraban en comisaría huyeron rápidamente del lugar dando gritos y maldiciones.

– ¿¡Qué cojones!?

– ¡No lo sé! Mierda con las alarmas.

Los dos se taparon los oídos quejándose de lo increíblemente fuerte que la alarma sonaba, y con prisa corrieron a los pasillos donde se activaba la alarma contraincendios, viendo que no había nadie cerca.

Todo va ir bien decían, nada malo ocurrirá, decían.

(👀)

Obedeceme. | IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora