XIV. Final.

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Me levanté corriendo hacia ella casi tacleandola, acomodando mi frente sobre su pecho y comencé a llorar aún más que antes.

Comencé a golpear su pecho con ambas manos sin quitar la frente de ahí.

— ¡Estabas a punto de dejarme! —exclamé entre lágrimas—. ¿¡Por qué me ibas a dejar!? ¡Eres...! —comencé a bajar la voz casi hasta susurrar—. Eres una idiota... Let.

Me abrazó calidamente y pude sentir sus manos en mi espalda, recorriendola con cuidado.

— Perdón por dejarte, Tori... —su voz sonaba triste.

— No me has dejado... —mis manos pasaron de su pecho a abrazarla lo más fuerte que podía—. Estás aquí... no me dejaste...

— Sí lo hice... —hizo una breve pausa y suspiró—. Cuando te mordió el tiburón, yo...

— Eso fue mi culpa —interrumpí y la miré a los ojos—. Yo hice que te alejaras de mi por no recordarte.

Negó con la cabeza y sentí sus manos posarse en mi cintura.

— Me alejé de ti porque... —Let torció la boca y miró apenada hacia otro lado—. Yo... erróneamente te culpé por haberme olvidado —su voz comenzó a sonar un poco quebrada—. Fui egoísta... estaba enojada y... cuando me llamaste Let ese par de veces en mi habitación... intenté alejarme otra vez... estaba aterrada porque... porque pensé que si me recordabas... estarías furiosa conmigo por no haber estado para ti cuando ese tiburón...

La tomé de la barbilla con una mano haciéndola mirarme sólo para darme cuenta que sus hermosos ojos café claro, estaban a punto de desbordarse en lágrimas.

— No. No, Violeta —intenté calmar mis lágrimas y le sonreí—. No estoy molesta contigo. Si me olvidaras, me sentiría igual de abrumada como tú te sentiste —puse ambos brazos al rededor de su cuello y vi un par de lágrimas bajar por sus mejillas—. Eso era lo que necesitabas escuchar, ¿verdad?

Asintió.

— De alguna forma u otra, estoy segura de que inconscientemente quisiste hacerme recordar —le sonreí levemente—. Me mostraste tu cuarto, la foto partida, la frase de una canción que solía conocer, mi cumpleaños, el Ford Mustang y, por último y no menos importante, me miraste a los ojos mientras hacíamos el amor, me miraste como siempre solías hacerlo.
Inconscientemente lo querías, querías que te recordara.

— Perdóname, Tori —ahora Violeta era la que lloraba y yo sólo la miraba con una sonrisa.

— No hay nada que perdonar, Let.

Me acerqué a ella, tuve que levantar un poco los talones del suelo para poder alcanzar sus labios con los míos. El beso se fue haciendo cada vez más profundo y nuestras lenguas exploraban la de la otra.

Después de separar nuestros labios, Violeta sonrió levemente y uso uno de sus antebrazos para limpiar las lágrimas de su cara.

— Eso sí, nunca se te va a quitar lo chillona —rió levemente aún limpiando su rostro.

— ¡Ja, ja! Mira quién habla —reí con ella—. ¿Cómo supiste que vendría?

— No lo sabía, se me hizo tarde y perdí el vuelo —su rostro ahora reflejaba seriedad e intentó sonar de la misma manera, sólo que la risa le ganó—. Es broma, Alex me llamó. Me contó lo que pasó en tu casa, cuando llegó Carla.

— ¿Y por qué a mi no me contestaste? —actué indignada.

— Porque no quería hablar contigo —rió un poco fuerte, rodé los ojos y le di un pequeño golpe en el brazo.

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