II: El señor Monk

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En el mundo de Soka:

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La región de Skirmofe no se quedaba atrás en lo que a "caos" se refiriese, que en algún punto se sabía que algo malo ocurriría. El Sr Monk era un marinero afamado en el pueblo. Había trabajado en una marina estatal durante la gran guerra de Soka, y luego de la revolución de Skirmofe armó su propio negocio de transportes en el año 11.217.

Los barcos Sir Monk eran exitosos en el mercado, la demanda llegaba y Monk debía cubrirla, así que con el oro que ganaba contrataba a más gente para eso.

Ese año, 11.225, él ya tenía su negocio en auge y en uno de los puestos más altos, sin embargo, recibiría la visita del Coronel del ejército de Skirmofe. El sólo pensar el motivo, para Monk era cuestión de preocuparse, pero por su buen carácter y formalidad, iba a recibirlo de buenos modos.

El mercado de Skirmofe era de abundancia de recursos como el hierro y el carbón, mientras que también poseía avances tecnológicos como los propios transportes que Monk ofrecía. Cómo ex-marinero del ejército de Skirmofe durante la gran guerra de los quince, su experiencia luchando contra Norkele fue suficiente para ser un marinero profesional, y su experiencia de negocios paró a ser de sesenta años a quinientos. Después de los años veinte, la gran guerra terminó, ya teniendo cinco años desde que comenzó, dividiendo una parte de Norkele, pasando a ser del estado Nukt, un estado muy controlador con su gente, y lo que quedaba de Norkele entró en prosperidad.

En paralelo, un joven de unos veintiocho años se encontraba caminando por el camino de adoquín que había en el valle de Kalem, dirigiéndose hacia la casa de Monk, con una propuesta del ejército. Su cabello negro como el carbón se meneaba con el viento de la naturaleza que en ese entonces se conservaba. Su cabellera era tan larga como para llegar hasta su cintura, ni mucho más, ni mucho menos. Era tan así, que él de vez en cuando se lo ataba con una coleta, en especial en las batallas, ya que tenía que los enemigos se la tomen y tiren de ella.

El Coronel Edmundo Kilecuerf había llegado ya a la residencia de Monk, tocó la puerta con mucha elegancia, y el anciano le abrió. El anciano Monk tenía una barba que le hacía juego a la cabellera del coronel, quizás al salir de ahí, ambos se pisen entre ellos los pelos accidentalmente.

—Buen día señor Monk. —dijo Ed con majestuosidad—. ¿qué tal ha estado? —inquirió.

—Yo, muy bien, caballero —contestó Monk—. ¿Qué tal ha estado usted? —agregó.

—Yo estoy perfecto, muchas gracias por preguntar...

En ese momento Monk se corrió del camino para dejar pasar al Coronel Ed, mientras intentaba desatorar su barba del picaporte. Ed contempló el lugar con asombro; la naturaleza y la vista al mar que obtenía lo sorprendió mucho. Se sentó en un sillón al lado de una ventana y exclamó:

—Tienes una hermosa vista a la naturaleza desde este lugar.

—Sí... —contestó Monk mientras se preparaba para hacer café—. Suelo controlar mi negocio desde este lugar, me parece un lindo lugar para trabajar.

—Es entendible que nunca te estreses mientras trabajas. —alegó Ed—. El lugar que me dieron a mí es bastante antiguo, tiene vista hacia el bosque, pero normalmente, el gobernante me obliga a dejar la ventana cerrada, y es estresante.

Monk comenzó a balancearse con las tazas de café en la mano, siendo que casi se cae una, pero adquirió el equilibrio suficiente para mantenerla en su mano.

—Es entendible. —repuso Monk.

Entonces dejó en la mesa las tazas, y comenzaron a beber.

—¿Le gusta mucho el café? —preguntó Ed.

Génesis: la espada maestra © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora