¿Me presta su bastón?

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De por sí despertarse día de semana era un maldito horror para el castaño, pero ese día el simple echo de tener que levantarse dos minutos antes se convertía en una total odisea.

Para empezar, ni siquiera sabía porqué la condenada alarma en forma del payaso de Los Simpson, Krusty, sonó a esas horas de la mañana, su risa estruendosa resonó por toda la desastrosa habitación, ni siquiera se molestó en apagarla, dejó que sonara libremente.

- Eren, Cariño, despierta... - Dijo su madre, meciéndolo suavemente, mientras él abría sus ojos, con un rayo de sol que daba justo en su rostro, haciéndolo ver como una joya.

- Buenos Días, mamá - Sonrió, mientras se tallaba un ojo.

Ojalá eso fuera cierto.

- EREN, MIERDA, APAGA ESA COSA - Esa era la verdadera Carla - APÚRATE, QUE NO ALCANZAS EL BUS ESE DE PORQUERÍA - Volvió a gritarle, pero él no hizo caso, soltó un pequeño quejido, se dió vuelta y siguió durmiendo como un puto oso.

Su sueño era pesado... demasiado, dirían otros, pero para Eren eso era completamente normal, digo, las hormonas lo estaban volviendo loco.

- ¿¡QUE NO ME ESCUCHAS!? ¡TE ESTOY HABLANDO! - La hermosa mujer subió las escaleras que llevaban al cuarto de su hijo, al entrar, notó el terrible desorden en el que se encontraba la habitación y al adolescente despatarrado en la cama, con una pierna fuera de ésta, un brazo sobre la cabeza y un gran mar de baba saliendo de su boca.

Dios apiádese de la madre de ese chico, recemos.

- ¡OTRA VEZ TE QUEDASTE HASTA TARDE VIENDO ESAS MIERDAS OTAKOS, ¿VERDAD? - Colocó sus manos en la cintura, mirando enojada a Eren, quien se removió incómodo.

- ¿Por qué gritas..? - Preguntó con la voz ronca, mirando a su madre como si tuviera tres ojos. - Haz silencio y déjame dormir... - Y volvió a roncar.

Una vena sobresalió de la frente de Carla, quien a grandes zancadas bajó la escalera y llamó a su esposo.

- Te toca, este mocoso me va a sacar canas verdes, un día de éstos voy a morir atragantada - Frotó sus cienes, comenzaba a dolerle la cabeza.

Grisha, que estaba leyendo el periódico, bebió un sorbo del café que su cariñosa y para nada gritona esposa le había preparado, para después hacer la silla hacia atrás y levantarse, mientras se acomodaba los lentes, haciendo el mismo recorrido de la castaña hacia la habitación de su nada perezoso hijo.

Tal y como esperaba, el más joven de los Jaegers estaba durmiendo de lo más feliz, sin pensarlo mucho, acomodó todas las cajas de pizza, comida china y otras cosas duras al pie de la cama, para luego tomar la mano del dormido y tirar de él, lanzándolo al piso duramente.

En la habitación resonó el impacto de la cabeza de Eren contra el suelo.

- ¡MIERDA! - Se quejó, tallándose la cabeza, frente a él, vió los lustrados zapatos de su padre, mientras un escalofrío recorría todo su cuerpo, alzó la vista, encontrándose con la mirada asesina del famoso Doctor.

- Eh.. Jeje... Buenos Días, papá... - dijo con una sonrisa nerviosa, intentando incorporarse, pero en el camino chocaba con el montón de basura - ¿Cómo amaneciste?, Espero que bien, ¿Sabes?, yo... - Tartamudeó, un carraspeo lo calló.

- Arréglate ahora - No era una sugerencia, era una orden, y eso Eren lo identificó rápidamente.

- Si, Si, si papito querido, enseguidita lo hago, ¡Espérenme para el desayuno! - Y se largó al baño, el padre escuchó cómo la canilla de la regadera era abierta, abandonó su pose demandante y sonrió satisfecho.

Las Locuras de Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora