Crazy Boy

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 - A SU PUTA MADRE, MAMAAAAAAAAAAAAAAAAA - Un joven castaño corría a toda velocidad, los policías los habían encontrado y nuevamente los estaban persiguiendo, pero a diferencia de antes, estaban armados de las balas de goma.

- EREEEEEEEEEEEEEEEEENNNNNNNNNNNN - Y ahí estaba el cara de caballo, maldiciendolo con todos los impropios habidos y por haber, pero eso al joven de ojos verdes no le importaba, lo único que hacía era seguir corriendo.

Ni que fueramos los mayores criminales del país, malditos idiotas...

Mientras el castaño y el bicolor corrían, desde las alturas eran seguidos por dos amigos más, pero no eran los conocidos hasta ahora, sino una castaña de lentes y un joven rubio fortachón, la mujer reía lentamente, el otro estaba detrás de ella, observando todo atentamente.

Armin y Mikasa habían logrado esconderse en uno de los callejones, Eren tenía razón, si giraban rápidamente y de repente, los de uniforme seguirían su camino, en su mente el pequeño cabeza de coco lo odiaba pero también le agradecía su gran experiencia en video juegos realistas, así como su cuerpo pequeño, pues gracias a él pudo caber entre las tuberías logrando pasar desapercibido.

Mikasa no tuvo la misma suerte, que digamos.

Para empezar, su gran busto le trajo unos problemas, en medio de la corrida cayó... ustedes, mujeres, sabrán lo horrible que se siente golpearse una teta.

Quedó tumbada en medio de la acera con un raspón en la mejilla derecha, ni siquiera Armin supo lo que hizo que la levantó y la llevó a una esquina en donde no la veían por la oscuridad de la noche.

Pero volviendo con los idiotas Eren y Jean, nuevamente se encontraban corriendo por las innumerables calles de la poco cálida Alemania, esos policías eran muy listos sabían lo que trataban de hacer y se los impedían disparando una de sus balas.

- ¡Ya no puedo! - Jean cayó al suelo luego de doblar en una esquina, estaba prácticamente desmayado, Eren no estaba en mejores condiciones, sudado a más no poder y con la respiración entrecortada, se detuvo también, pero al ver las luces rojas y azules del patrullero las energías volvieron a su cuerpo.

- ¡Jean, Muévete, pedazo de idiota! - Lo pateó en el abdomen, el joven se doblegó colocando sus manos en la zona afectada, pero no se levantó y a Eren cada vez le entraba más pánico al escuchar las patrullas acercarse. - ¡Oh, Vamos!, No puedes dejarme aquí, ¡Van a matarme! - Se llevó las manos a las mejillas a modo de sorpresa.

- Cállate, déjame en paz, me importa un carajo lo que te pase, suicida - Se quejó, volviendo a desparramarse sobre el frío suelo de concreto.

- Oye, si es por mi te dejo aquí - Jaeger alzó las manos a ambos costados, fingiendo ser inocente y demostrando lo obvio, Jean bufó - Pero la tarada de mi hermana te ama y si te dejo de seguro me asesina, así que mueve tu puto trasero y corre si quieres verla o juro que te corto los huevos - A duras penas logró levantarlo y llevarlo a un edificio cercano.

Se adentraron al hall y allí esperaron pacientes a que los demás los vinieran a buscar, Jean les había mandado mensaje desde su celular, el de Eren quedó en la mochila de Armin.

Pasadas ya las dos y media, el rubio y la azabache llegaron al lugar con una cara de sueño tremenda, por lo que luego de regañar al castaño fueron directo a sus casas, a pesar de que éste no tenía ni una pizca de sueño, los acompañó a cada uno a su casa, para luego dirigirse a la propia.

Estaba caminando por la acera con la mochila cargada en la espalda, tarareaba una canción cualquiera e iba pateando cualquier piedrita que se le atravesara en el camino, luego de un rato de ir a pie, se cansó y decidió usar la patineta.

Las Locuras de Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora