Puente rosa

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Luego de su maravilloso recorrido para ir a la escuela, entró al recinto con una gran sonrisa, saltando de aquí para allá y saludando a cada persona que se le cruzara en el camino.

Buscó en aquel largo pasillo poco habitado su casillero y al encontrarlo, lo abrió colocando la contraseña en éste, sacando así sus pesados libros de Ciencias Geológicas y apretándolos contra su pecho, mientras colocaba sus auriculares y caminaba rumbo al salón 37.

Al estar parado frente a la puerta, suspiró un poco y se fue preparando.

- ¡YA LLEGUÉ PERRAS! - Gritó a la par que abría fuertemente la puerta de un jalón, algunos se asustaron, pero otros hicieron lo mismo que el profesor.

Mirarlo como si fuera un psicópata

- Joven Jaeger, llega tarde - Le anunció, mientras lo seguía con la mirada hasta su asiento.

- Lo sé, pero no sabe lo que me pasó, ¡Fue épico! - Aplaudió reiteradas veces emocionado, pero casi nadie le prestaba atención.

- Luego nos cuenta sus "aventuras", ahora, saquen el libro de tapa azul y ábranlo en la página 433, lean los ejemplos y realicen los ejercicios, cualquier duda, preguntan, entra en el examen - El hombre de lentes apuntó unas cosas en la pizarra blanca con el fibrón, para luego sentarse.

Todos comenzaron a hacer lo que se les había ordenado, Eren sacó el libro correspondiente ( Que estaba lleno de Stickers*) de su -- Llamativa -- mochila, así como su cartuchera amarilla y una lapicera gruesa y con distintos colores, le encantaban esas, eran mágicas, o eso creía.

Colocó un par de canciones en su móvil, cruzó las piernas y comenzó a copiar en las hojas no tan blancas, moviendo su cuerpo al ritmo de las dulces melodías y cantando la letra de vez en cuando, pero un dedo le picó el hombro y tuvo que detenerse.

- ¿Uh? - Se giró en su asiento, observando a un rubio mastodonte.

- Hola, Eren - Lo saludó, el castaño hizo lo mismo con una sonrisa.

- Buenos Días, Reiner - El rubio acomodó un poco su pupitre para poder estar mas cerca de Eren.

- ¿Cómo amaneciste? - Preguntó en voz baja, no quería que el profesor los pillara hablando en su clase.

- Bastante bien, hoy es un día maravilloso, tengo pensadas muchas cosas... - Le habló, cerrando los ojos con una suave sonrisa e inclinando la cabeza, a Reiner casi le da diabetes, ese chico era tan dulce como el caramelo.

El joven rubio iba a hablarle más, pero para su desgracia, el maldito profesor los mandó a callar, Eren volvió a colocarse sus tan adorados audífonos y volvió a los libros poco cuidados, llenos de manchas, garabatos y algún que otro escrito que se le ocurrió en medio de la clase.

Para cuando el timbre sonó, el castaño ya había guardado sus cosas desordenadamente en su mochila y así salir corriendo fuera del salón con una leve sonrisa, caminando por los pasillos hasta llegar a su también llamativo casillero, del cual al ser abierto, cayeron miles de papelitos, cajitas y demás, todas de distintos colores, pero con algo en común.

Cartas y regalos de amor.

Suspiró, de verdad que no sabía que le veían, no es que se considerara feo, al contrario, había considerado volverse modelo por los halagos que le dedicaban a diario y la insistencia de su tía, pero tampoco para tanto, cada mañana se dedicaba a vaciar su casillero, conservando únicamente los pocos chocolates que le daban, digo, para no desperdiciar.

Luego de desechar toda esa basura en el cesto más cercano, guardó unos cuantos libros y se quedó mirando la revista de chismes de la semana, la tomó en manos y caminó nuevamente por los maravillosos pasillos, haciendo resonar la suela de sus zapatillas con delicadeza.

Las Locuras de Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora