Odio Las Oficinas

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Eren seguía en la comisaría, los policías ya estaban artos de tenerlo ahí, pues sus gritos eran increíblemente agudos, tanto que dañaban sus oídos, desde hacía rato que el jovencito rogaba por comida, pero no podían salir a buscarla, no hasta que alguien pagara su fianza.

- TENGO HAMBREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE - Pobres de quienes lo escucharan, ya hasta todos en la estación tenían algodones en sus oídos. 

- YA CÁLLATE, CARAJO - Gritó uno de los policías desde su asiento, mientras que Eren sólo hizo pucheros.

- ¿Acaso no saben quien soy, malditos ignorantes? - Preguntó, con el ceño fruncido y aferrado a las rejas frente suyo, observando al hombre que se paraba frente a su celda.

- Para nada, sólo se que eres un puto mocoso problemático, así que cállate ya - Le ordenó, golpeando los barrotes en el proceso, pero Eren no se quedaría callado, gritaría más fuerte si era necesario.

- Bien, si así lo quieres... - Murmuró, lo suficientemente alto como para que el policía lo escuchara, dándose vuelta con una ceja alzada.

- ¿Qué dijiste? - Eren inhaló el aire necesario para lo que haría, luego, dejó salir su voz totalmente desafinada, juraba que hasta la otra cuadra se habría escuchado.

Luego del alboroto que causó con su "canto", los trabajadores no tuvieron de otra que dejarlo salir si no querían quedarse sin oídos.

Una vez fuera de su celda, el castaño se acomodó la ropa, peinó su cabello y salió saltando de ahí completamente feliz, pero antes de cruzar el umbral de la puerta principal, paró en seco, dándose vuelta para preguntar algo.

- Emm... ¿Podrían pasarme el teléfono, porfis? - 

A la verga, llamaría a Zeke para que lo valla a buscar...

Ni loco iría a pie, ¡Jamás!.

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Eren estaba acostado en su cama.

- ¡Juro por Dios que no lo sabía! - 

Hablando por teléfono.

- Ay, si, y yo me chupo el dedo - Del otro lado de la línea estaba Jean, ambos estaban conversando de alguna cosa, mientras que el castaño menor estaba en un pequeño debate mental.

- Cállate, idiota, esto es serio, no me cambies de tema - Habló con voz firme y algo enojado, ese cara de caballo siempre le cambiaba el tema.

- Ok, ya, dime lo que tengas que decir y déjame en paz, bastardo - Le ordenó, ya harto de tener que escuchar la voz de su --Aunque no lo admita-- gran amigo.

- ¿Voy a verlo o no? - Los nervios le carcomían por dentro.

- Si, por Ymir, ¡Vete ya! - Le gritó desde el otro lado, Eren sonrió, para luego colgar.

- Ahí te voy, papucho - Habló con coquetería, mordiendo la uña de su dedo índice de una manera totalmente sensual.

Ay, Ymir, que no se pase de coqueto... 

Rápidamente se levantó de su cómoda cama y se dirigió a su armario, debería de escoger el atuendo más apropiado para visitar al amor de su vida y su futuro esposo, porque claro que iba a serlo, él jamás se negaría, nadie lo haría, con el cuerpo que se cargaba, sería imposible que lo rechazaran.

Las Locuras de Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora