Onírico

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Uno de los tristes privilegios de tener que estudiar en un liceo público es el no contar con profesores que impartan clases.

Sumidas en esa terrible premisa, Diana, María y Carla se sentaron, aburridas, en una de las jardineras más apartadas del colegio. Era el segundo día de clases que lo pasaban sin hacer nada.


—¿Por qué no hablamos de muertos? —propuso Carla.

Su idea fue muy bien acogida por el resto, siendo María quien más se destacó en narrativa y creatividad.

Día a día, por el resto de la semana, con clases o sin ellas, corrían hacia aquel lugar de encuentro, donde se entretenían hablando de muertos.

Aquella simple propuesta terminó por convertirse en una afición.

Diana era la que menos hablaba, solo escuchaba, y cuando llegaba a casa olvidaba. 

Llegada la noche del viernes, el sueño se le esfumó a Diana y, por primera vez en su vida, la oscuridad de su habitación la llenó de temor

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Llegada la noche del viernes, el sueño se le esfumó a Diana y, por primera vez en su vida, la oscuridad de su habitación la llenó de temor.

Tenía quince años, edad suficiente para saber que nada saldría debajo de su cama, pero el temor que sentía, producto de un utópico presentimiento, la llevaron a dormir boca arriba, como estrategia para evitar cualquier susto.

Su sueño fue constantemente interrumpido por la sensación de que algo le ocurriría, así que decidió decirle a sus padres que padecía de dolor estomacal.

Estos la dejaron dormir en su habitación, por lo que Diana bajó de su cuarto con una colchoneta, la que acomodó en el suelo, al lado de su madre.

Sosegada con la idea de que estaba protegida, se durmió.

Al lado de la puerta, que daba al pasillo, había una pequeña ventana. Diana, en algún momento de la madrugada, dirigió la mirada hacia aquel lugar. Seguía dormida —o eso pensó—, cuando vio una espectral mujer de blanco, flotar, en el marco de la ventana e iba a su encuentro.

Diana quiso gritar, pero sus labios no se despegaron. Necesitaba llamar a su mamá, mas el miedo se lo impedía.

En su mente analítica se dijo que aquello era solo una pesadilla, porque ella no estaba durmiendo en posición fetal como se veía en "el sueño", sino boca abajo. Además, era imposible que su mentón estuviese alineado con su hombro, estando en aquella posición.

Pese a ello, el espanto seguía próximo, así que echó por la borda su razonamiento lógico e intentó gritar. Quiso moverse pero su cuerpo no respondía.

Un indescifrable «'má» intentaba salir de sus labios. Sentía que su rostro se desfiguraba de terror.

Aquella mujer cabizbaja, que flotaba sentada, con ambas piernas echadas a un lado, estaba casi encima de ella.

Entonces, pudo mover sus dedos y todo su cuerpo reaccionó.

Solo había sido una pesadilla.

Sin embargo, en cuanto despertó, se dio cuenta de que estaba en posición fetal, su mentón y hombro seguían alineados, lo que la hizo dudar.

El lunes, al sonar el timbre, las tres chicas se volvieron a reunir en el mismo lugar

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El lunes, al sonar el timbre, las tres chicas se volvieron a reunir en el mismo lugar.

Ninguna quiso hablar de muertos, ni espectros.

Cada una había tenido su propia experiencia sobrenatural.

Un cuarto para las doceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora