Era la moda, y ese fue motivo suficiente para que Noelia comprara toda la colección de peluches Duende mágico para su pequeña Karina.
Los acomodó en el estante de la habitación de la pequeña.
Sonrió al verlos posar sobre la repisa.
Karina solo tenía un año, pero Noelia estaba dispuesta a consentirla al máximo, era madre soltera, así que pensaba darle todas las atenciones a su niña para que no sintiera la falta paterna.
Unas noches después, Noelia despertó sobresaltada por los quejidos nocturnos de Karina.Sin perder tiempo, se levantó, corriendo a la habitación de la niña.
La encontró dormida, con una piernita fuera del cobijo de la sábana. Con sumo cuidado, Noelia la volvió a arropar. Supervisó que todo en la habitación estuviera bien y se marchó a su cuarto.
En pocas horas debía ir a trabajar.
Aquel fenómeno se repitió, noche tras noches. El llanto envuelto dentro del sueño de Karina despertaba a Noelia, encontrándose siempre la misma situación.La madre llegó a pensar que la niña estaba teniendo pesadillas, quizás ocasionadas comer tan tarde, así que renovó la rutina alimenticia.
Sin embargo, una semana después, descubrió ciertos cardenales en algunas partes del cuerpo de la niña.
Preocupada, Noelia consultó con su madre Rosa sobre aquellos hematomas. Rosa desconocía qué los había producido, pero prometió estar aún más atenta a la niña.
Cada noche la situación empeoraba, Karina dejó de quejarse para llorar dormida, y hubo una ocasión en que la encontró sentada en la cama, señalando hacia un oscuro rincón de la habitación.Noelia la tomó en brazos y la llevó a su habitación. Estaba decidida a visitar médicos y hasta brujos para encontrar una solución.
Rosa comenzó a sospechar que algo entraño ocurría en la habitación de la niña por lo que se aventuró a poner una cruz de palma bendita bajo el colchón de la criatura.El sueño de Karina mejoró, logrando dormir tranquila durante una semana, pero luego el llanto volvió, y con él los crecientes cardenales en sus piernas, torso y brazos.
Para sorpresa de Rosa, la cruz había desaparecido.
Una mañana, mientras Karina desayunaba, escuchó a sus compañeras relatar el extraño caso de un pequeño que había sido atacado por unos muñecos.
Aquella historia le dio risa; sin embargo, agudizó su oído.
—No había noche que el niño de la vecina no se despertara —narró la mujer—. Insistía que eran los muñecos, pero fue su hermana de diez años quien los vio moverse. La niña estaba tan aterrada que tuvieron que darle tilo para calmarla.
—Pues no es la única historia que escucho sobre los mismos muñecos —declaró otra—. Mi hermana me contó que su ahijadita casi muerte, y parece ser que fue a causa de esos malditos muñecos.
Intrigada, Noelia no se aguantó para inmiscuirse en la conversación.
—Disculpe, pero ¿de qué muñecos habla? —preguntó.
—De esos a los que llaman Duendes mágicos; resulta que son los verdaderos engendros del demonio.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Noelia, sintiendo como en su estremecida piel se elevaban los vellos.
Aquel día, antes de llegar a casa, compró un par de cámaras, y en cuanto llegó a su hogar, las instaló.
Ella no era mujer que creía en cuentos de camino, así que antes de emprender cualquier decisión debía constatar que todo aquello fuese real.
Esa noche Karina durmió con su mamá.
Madre e hija tuvieron un sueño reparador.
Noelia preparó el desayuno, y con la pequeña Karina en brazos, se sentó frente al monitor del PC.
Mimando a su pequeña, buscó el archivo de la grabación del cuarto de Karina.
No esperaba encontrar nada, y no lo hizo por un par de horas.
Decidió adelantar el video. Aburrida, se lamentó por el dinero que había perdido por superspiciosa, solo para ver como, uno a uno, los duendes bajaban del estante corriendo con sus cortas patas, hacia la cuna vacía de su pequeña.
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Un cuarto para las doce
ParanormalA un cuarto para las doce (11:45pm) debes irte a dormir, pues la oscuridad se despierta y se apodera de la Tierra.