—Sí, chama, lo que pasa es que nosotros no te hemos contado lo que pasó, Isabel —confesó Francisco, emocionado—. Estaba con los muchachos de Quinto Año, en el salón de Informática. Como Cristina necesitaba el salón de clases para aplicar la última evaluación del año escolar, intercambiamos, total, ya yo había entregado notas y estaba cumpliendo horario.
Pues resulta que estábamos hablando de los sucesos paranormales del colegio. Echando vaina, pues, cuando de repente, dos de las estudiantes, se quedaron en total silencio, observándose.
—¿Lo sientes? —preguntó una a la otra, la cual asintió.
Acto seguido Celia me mira y me dice:
—Profesor, no se mueva. Hay una mujer afrodescendiente que tiene puestas las manos sobre usted —dijo Celia.
—¡Ay, ya! —exclamó Rosa, más asustada que otra cosa—. ¡Ya déjense de vainas! —soltó, pero en cuanto se fue a parar, Natalia la tomó del brazo.
—No te pares —ordenó Natalia—. ¡Qué nadie se mueva! —exigió.
—Tú sabes Isabel, que Natalia es medio bruja —reconoció Francisco—, y Celia es vidente. Así que yo estaba chorreado. Además, ese salón está maldito.
—No solo el salón —admitió Isabel—, sino todo el pasillo. Allí murió una de las hermanas.
—¡Ah, bueno! —dijo Francisco—. Pero Celia los ha visto, y me ha dicho que aquella presencia era hostil.
Bueno, para no irnos por otro lado, resulta que Celia me dijo que aquella mujer me quería, y que me seguía. Todo por andar dando charlas de historia. Pero eso no fue todo. También me dijo que tenía una de sus manos en mi corazón y que me quería con ella.
Yo me puse pálido como un papel. Y mientras Celia intentaba luchar contra aquella presencia, ayudada con Natalia, nosotros comenzamos a sentir un frío sobrenatural.
Sí, sé que pensarás que quizás era sugestión, pero no. Resulta que, mientras nosotros hablábamos, al final del salón, cerca del cuartico del terror, estaban los chicos jugando con una pelota de papel, la cual pateaban. Estaban descalzos, y como esa parte siempre está despejada, los dejé.
Pues, cerca de la puerta del cuartico del terror, Cristina siempre deja una sillas —explicó Francisco—. Los bancos verdes, esos de plásticos, para que los chicos no se sienten en el suelo —detalló.
—Sí, lo sé —recordó Isabel.
—Bueno, esas vainas comenzaron a temblar, marica. Los muchachos se vieron asustados. Celia se desvaneció y la puerta del cuarto del terror se cerró. ¡Marica, los chamos salieron corriendo! Y Natalia comenzó a gritar que nadie saliera del salón. No queremos volver a él —confesó Francisco.
—¿Por qué no me dijeron?
—Cristina me dijo, pero acordamos en que mejor no. Ya sabes. Incluso le dije a los muchachos: "Ni una palabra a la profesora Isabel".
—Pude haber hecho algo —reconoció Isabel, justo cuando una corriente de aire atravesó la oficina de la Coordinación.
Ambos se encontraban encerrados, para no forzar el aire acondicionado, así que aquella fría corriente, que había elevado los papeles que se encontraban sobre el escritorio.
Los docentes se observaron, detallando como los vellos de los brazos de Francisco se elevaban, entonces el techo raso comenzó ha bambolearse sobre ellos, cual si fuera de anime. Sorprendidos, ante la presencia invasiva, ambos se observaron, intentando pensar con rapidez.
La puerta de la oficina fue abierta. El profesor Luis traía en su mano el café del mediodía.
—¡Así no me voy a dormir! —le aseguró a Isabel y a Francisco.
Este último reaccionó. Se levantó, tomó sus cosas y salió de allí, con Isabel detrás.
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Un cuarto para las doce
ParanormalA un cuarto para las doce (11:45pm) debes irte a dormir, pues la oscuridad se despierta y se apodera de la Tierra.