¡Adiós!

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Felipe no acostumbraba a trabajar tan tarde, pero el año escolar finalizaba y debía de terminar todo el papeleo administrativo, debido a que la supervisión de la Zona Educativa se llevaría a cabo al día siguiente.

En compañía de Tatiana —su secretaria— y la Prof. María Torres, pudo sacar el trabajo atrasado.

Eran las diez de la noche. Hacía un rato que el cielo se había oscurecido.

Atento a la seguridad de las mujeres, Felipe acordó llevarlas a casa, por lo que los tres atravesaron la cancha deportiva, desde la cual se tenía acceso al estacionamiento.

Contentos por haber concluido la jornada, y conscientes de que saldrían bien en la supervisión, abrieron la puerta  del automóvil.

Con una sonrisa en los labios, Felipe subió la mirada, observando en medio de la cancha, a un pequeño de siete años, el cual había elevado su mano para decirle "¡Adiós!".

Palideciendo, junto a sus acompañante, vieron el espectro desaparecer.

Nunca más dejarían que se les acumulara el trabajo.

Un cuarto para las doceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora