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Esa misma noche Seonghwa corrió al bosque con un poco más de agilidad, reconociendo mejor cada hueco en el suelo, las superficies lodosas que se comían sus botas, y todas esas ramas que lo herían cada vez. Se llegó a preguntar por qué seguía corriendo si ya lo tenía todo resuelto, con los jardines neones de dos reinos, podría vivir su amor por muchísimo tiempo, estaba tan feliz que quería contárselo a Yeosang, ver su escamas turquesas brillar de pasión y sus ojos azules reflejar su mirada enamorada, hoy quería que esas manos frías calmen el calor de su cuerpo ante la espera que se hacía eterna, hoy también pensó en que perdería el miedo al agua para bailar entre los peces con él.

Llegó hasta esa parte en el bosque en donde los altos y poblados árboles formaban un espacio, parecía que se comportaban como custodios de un ser especial que fue condenado desde años atrás a no salir jamás de esas dulces aguas. La maldición de Yeosang era mortal, fue condenado por la envidia de un ánima del bosque, que, al encontrarse completamente en un tono monocromático oscuro, sintió celos de los brillantes colores turquesas, simplemente no lo pudo soportar y no quiso que nadie nunca los viera, por eso la criatura nada en círculos durmiendo bajo la superficie de día y saliendo de noche, cuando se supone que nadie puede verlo.

Aun con esta premisa, Seonghwa se enamoró, quizás de esos colores, quizás de las pupilas nostálgicas de una vida solitaria como la que él llevaba a pesar de estar rodeado de todo lo que quisiera, quizás fue esa particular risa, o la jovialidad de sus movimientos, incluso ese ímpetu salvaje e intrépido. Quizás, Seonghwa se enamoró de Yeosang porque nunca encontró nada igual en toda la faz de la tierra, y es que él no había buscado, pero no necesitaba pruebas.

Fue capaz de verlo nadar a lejos, abrazando la superficie casi con amor, lo vio sumergirse y desaparecer para reaparecer en otro extremo, era un dicha verlo, en especial la forma en la que los morados cabellos se le pegaban a la escamosa piel, esa criatura era un sueño que él quería hacer realidad. Así que dio un paso fuera de la muralla de árboles gigantes y sonrió para contarle las buenas noticias, pero entonces, unas manos lo sujetaron desde los brazos mientras una bolsa de arpillera le cubrían la cabeza. Él gritó, pero fue en vano, arrastraron su cuerpo inquieto de regreso al corazón del bosque y una silueta imponente apareció, era el rey mirando a Yeosang con desdén. 

Siluetas lunares [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora