2

11.7K 1.5K 443
                                    

Saltearse las últimas clases no había estado en los planes de Jimin esa tarde, pero se suponía que iba a aprovechar ese tiempo para estudiar al menos. 

Los próximos exámenes se acercaban y sumado a la presión que le ponía su padre para sacarse buenas calificaciones, eran motivo más que suficiente para intentar ponerse a estudiar. Pero no podía. 

No podía concentrarse. Los problemas de su familia se habían venido con él ese día a la universidad y por más que intentaba hacerlos a un lado, no funcionaba. 

Esa misma mañana se había enterado que su madre, después de meses de estar separados de palabra, finalmente le había pedido el divorcio a su padre. Y si bien él era consciente de que ella ya no lo amaba, para Jimin se sentía oficialmente como el final de la familia. Y el final de meses de discusiones y peleas también. 

Se suponía que eso debía ser bueno. Ella tenía el derecho de ser feliz y rehacer su vida. Pero Jimin no podía evitar sentirse triste también. Sobre todo porque sabía que su padre aún amaba a su madre, y que todo esto le estaba doliendo. Así como le dolía a ella, el que él rechazara el pedido de divorcio y siguiera complicando las cosas. 

¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? ¿Y por qué él como hijo único tenía que estar en el medio de ambos obligado a elegir un lado? Era una porquería y ya no quería pensar más en el asunto. Jimin solo quería que todo volviese a ser como antes. Cuando eran una familia feliz, los tres, en Londres, donde tenían su verdadero hogar.

Desde que él y su padre habían vuelto a Corea, con la intención de enfríar las cosas un poco, éstas no habían hecho otra cosa irónicamente que empeorar. 

Jimin estaba demasiado estresado y no había podido tocar ni una hoja de sus libros en todo el día. Ya podía verse completamente reprobado en sus próximos exámenes. 

Y lo peor del día no acababa ahí. 

Su padre pasaría a buscarlo en un rato para hablar del tema del divorcio, como si fuese necesario que él participara del asunto. Como si esa mañana cuando vinieron juntos no había sido suficiente conversación al respecto ya.
Se había arrepentido desde el comienzo en no haber venido en su propio auto esa mañana porque ahora iba a tener que esperarlo a que se desocupara de su trabajo y viniera por él. 

Cuando salió de la universidad en busca de su padre, obviamente éste aún no estaba allí. A Jimin aquello le recordaba momentos de su infancia, cuando nunca iban a buscarlo a la escuela a la hora que debían. 
¿Por qué demonios creyó que ahora con 19 años las cosas iban a ser diferentes? 

Lo llamó una y mil veces y no respondió. También, lo usual. 
Así que cansado de esperar y sintiéndose un tonto comenzó a caminar por la acera con la idea de tomar un taxi a casa. 

En la esquina debía parar alguno, pensó, pero lo que encontró fue una parada de autobuses y sentado en ella, al chico del comedor. 

Jungkook era su nombre. Lo recordaba a la perfección. 
Éste se puso de pie de inmediato al verlo llegar. 

— Disculpa ¿sabes si aquí paran taxis? — le preguntó directamente al chico que siempre le atendía con una sonrisa en el comedor. 

— Supongo que sí. — el pelinegro se encogió de hombros — Nunca he tomado uno, pero supongo que sí. 

— Oh, bueno...esperaré contigo, creo. 

Jungkook no entendía nada. ¿De verdad Jimin estaba en ese preciso momento sentándose a su lado en la parada de autobuses? 

Su día aún seguía mejorando. Había aprendido su nombre y ahora lo tenía al lado. A centímetros de él. No lo podía creer. Pero no entendía. ¿Qué hacía allí esperando un chico adinerado como él? 

Las cosas simples - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora