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Jeon Eun-ji tenía casi 70 años, pero como toda buena mujer coreana saludable, parecía de menor edad, y lo más importante se sentía de menor edad. Era por eso que, aunque su adorado nieto le pidiera que no realizara ningún quehacer del pequeño apartamento donde vivían, ella los hacía de todos modos. Como en ese entonces que se encontraba preparando la cena. 

— Abu, ya llegué. — escuchó decir a Jungkook al instante de atravesar la puerta. 

— Bienvenido, corazón. ¿Qué tal tu día hoy? — le saludó. 

— Abuela. ¿Qué haces cocinando? — le regañó de inmediato el pelinegro al entrar a la cocina y ver a su mayor parada yendo de aquí para allá. — Te dije que yo cocinaría cuando llegara. 

— Tú recién vienes de trabajar, necesitas descansar. Es mi turno de hacer algo productivo. — protestó la anciana. 

— Trabajaste toda tu vida, abuela. Es tu tiempo para descansar. 

Pero no importaba cuánto se lo repitiera, Jungkook sabía bien que su abuela siempre haría lo que quisiera.

— Ay, ya. Siéntate y cuéntame qué tal tu día hoy. 

Pero su nieto no se sentó. Se acercó y la abrazó por la espalda. El pelinegro era mucho más alto que ella, así que se inclinó y apoyó el mentón en su hombro. 

— Ay, abu… — suspiró Jungkook.

— Oh, no me digas que tuviste un mal día. 

— Todo lo contrario. Fue el mejor día de mi vida. — respondió recordando su breve momento con Jimin en el autobús.

— ¿Y por qué ese tono tan desesperanzador, cariño? 

— Abuela, me gusta un chico. El chico más lindo del universo. — confesó Jungkook.

— Ah, ya veo por donde viene el asunto. — sonrió la mujer al escuchar a su nieto hablar en un tono como de niño que buscaba que lo consientan — ¿Y por qué no lo invitas a salir? 

El pelinegro ya sabía que su abuela propondría una solución tan simple y fácil como esa. Y siempre tenía razón, pero esta vez no iba a ser posible. 

— Porque no. Porque me va a mandar a volar. — respondió. 

— ¿Y por qué iba a hacer eso? Si eres un partido excelente. — preguntó Eun-ji mientras seguía cortando verduras con su nieto aún prendido a ella por detrás buscando cariño como cuando era pequeño. 

— Tú dices eso porque me quieres, pero créeme, abu. No soy un buen partido para nadie.

Eun-ji se dio la vuelta para mirar a su nieto a la cara. Estaba molesta por lo que acababa de escuchar. Y sobre todo sorprendida. Jungkook no solía ser tan negativo. 

— No vuelvas a repetir una cosa como esa, jovencito. — le regañó — Sabes que no es cierto. 

— Pero abu...— bufó el pelinegro sentándose en la mesa. — Apenas si tengo dinero. No tengo nada para ofrecer. Casi todo mi sueldo lo usamos para pagar los impuestos. Necesito terminar de reparar el auto. ¿A dónde lo voy a llevar? ¿Qué ropa me voy a poner?

— ¿Y quién dice que hay que tener dinero para invitar a salir a alguien y divertirse? — lo contradijo su abuela. — Tú eres un chico muy bueno, eres estupendo y tienes un corazón enorme. Además de que eres muy guapo. Igualito a tu padre. — Eun-ji se acercó y le hizo una caricia en el rostro. Esa era una de las cosas que más amaba de su lindo nieto. Lo increíblemente parecido que era a su hijo. Por fuera y por dentro. 

— Ay, abu. Lamentablemente esas cosas ya no alcanzan para gustarle a alguien. Y de todos modos Jimin merece algo mejor. Él tiene clase, es elegante e inteligente. Como mínimo merece a alguien igual que él. Va a ser abogado, por Dios, y seguramente uno muy exitoso. ¿Qué puedo hacer yo al lado de un chico como ese? No soy nada. 

Las cosas simples - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora