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Jimin entró al comedor esa mañana con felicidad brotando por todos sus poros. Cualquier que le viera juraría que le había pasado algo increíble. Y ese algo era en realidad un alguien, con nombre y apellido. 

Había llegado un poco tarde por obvias razones relacionadas con cosas sucedidas la noche anterior.
Había tenido que ir a casa a bañarse, cambiarse y volver a salir. Todo tratando de evadir a su preguntón padre lo mejor posible. Por suerte lo logró y ya estaba en la universidad sin tener que darle explicaciones a nadie sobre dónde había estado toda la noche.

En el comedor el castaño amigo de Jungkook estaba atendiendo unos estudiantes y se acercó para preguntarle por el pelinegro. Solo para verlo estaba allí. Ni siquiera para desayunar, ni mucho menos para ir a clases. 

— Está atrás, en la cocina ayudando a SeokJin. — le respondió Taehyung. Aún seguía sin agradarle el enano ese que traía perdido a su amigo, y si fuese por él le decía ahí mismo que lo dejara en paz pero eso generaría una pelea con Jungkook después y no quería discutir con él. Le había visto llegar al trabajo con una cara rara y cuando le preguntó qué le sucedía, el pelinegro había dicho que nada. Pero obvio él no se lo creyó. 

Lamentablemente tenía que admitir que el único que podía hacerle cambiar de humor era el rubiecito ese. 

— Pero me dijo que si venías que pasaras. — le señaló con la cabeza la puerta de atrás de él. Jimin hizo una reverencia de agradecimiento, le sonrió y entró a la cocina. 

Y tal cual como había imaginado el castaño, el rostro de Jungkook se iluminó al ver a su amor cruzando la puerta. Cualquier sentimiento desagradable que le había dejado la conversación con su abuela antes desapareció y todo era felicidad otra vez. 

— ¿Cómo estás hoy? — preguntó Jimin como si no hubiese amanecido al lado de aquel chico horas antes. 

— Mucho mejor ahora que te veo. — declaró Jungkook sonriente. — Oh, ven, te presento a Seokjin. Básicamente mi jefe en la cocina. — dijo luego. 

El recién nombrado dejó lo que estaba haciendo y le sonrió al pequeño que acababa de entrar. 

— Te daría la mano, pero las tengo sucias. — rió — Es un gusto. He oído mucho de ti. Pero muuucho. — remarcó haciendo que Jungkook se pusiera colorado de la pena por un momento. 
Pero bueno, al menos Seokjin era la única persona que le agradaba verlo con Jimin aparentemente.

— Es un gusto. — respondió el menor — Uh, ¿Le molesta si le robo a Jungkook solo un minuto, por favor? 

— Claro, es todo tuyo. — accedió SeokJin — Hace rato. 

— ¡Hyung! — exclamó Jungkook y para evitar más vergüenza se alejó con el rubio hacia un rincón para hablar tranquilos. 

— ¿Cómo estás tú, Minie? ¿Tuviste problemas con tu padre en casa? — le preguntó luego acariciando una de sus adorables mejillas. 

— No, no. Lo vi, pero huí tan rápido como pude para evitar sus interrogatorios. Ya lidiaré con él después. Eso no importa ahora. 

— Leí tu notita esta mañana. — comentó el mayor. — Eres una dulzura. Y yo...también te quiero ¿Sabes? Muchísimo. 

Había querido responderle lo mismo desde el instante en que leyó aquel tierno mensaje. Aunque sabía bien que aquellas palabras en realidad no bastaban para expresar todo su amor. 

Jimin sonrió e hizo punta de pies para besar en la boca al más alto. 
Luego sacó las llaves de su bolsillo y las puso en la mano de él. 

— Tus llaves. — dijo — Perdón por el atrevimiento.

Las cosas simples - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora