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— ¿Crees que vaya a enojarse? —Preguntó el rubio al pelinegro mientras caminaban por las frías calles de Los Ángeles—. No lo sé, estoy... Bastante nervioso.

— Relájate, tú dícelo. Verás que saldrá bien. —Alzó su mirada y le sonrió para darle confíanza, cosa que el chico de la boina no solía hacer muy seguido.

— Está bien... Está bien, lo haré. Gracias, Izzy. —Le devolvió la sonrisa y se armó de valor para dirigirse hacia la casa del rizado y, de paso, dejar al azabache en su casa.

Tiempo antes...

El rubio alto de ojos verdes se encontraba saliendo de su casa para ir a la universidad. Lo normal de todos los días.

— Clases de mierda. —Murmuró entre dientes, con el ceño fruncido y con sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta de mezclilla.

Este llevaba aquella chaqueta con una camiseta negra lisa de tirantes por debajo, unos pantalones ajustados y negros de cuero, unos guantes del mismo color que hacían juego, junto con varias pulseras, y unas botas punk con varios adornos en ellas. Incluso llevaba ese clásico collar con un candado en el mismo.

Sacó su típica cajetilla de cigarros Marlboro del bolsillo superior de su chaqueta, tomando un cigarro de ella para sacar su encendedor también. En lo que caminaba, puso el pequeño cilíndro entre sus labios para inhalar ese maldito humo tan adictivo y delicioso a la vez.

Minutos después, ya se encontraba en la entrada de su gran instituto. Se ganaba algunas miradas tentadoras debido a su look, aunque le daba igual, ya que lo que quería era que esos bellos ojos café fueran los únicos que miraran.

— ¡Maricón, maricón! —Gritó un chico a lo lejos, a lo que Duff suspiró algo cansado. Le dirigió la mirada al muchacho, el cual se estaba acercando.

— Basta, Tommy, no tienes que hacer... —El pelinegro no escuchó y le dio una fuerte bofetada—.

— Mi dinero, ¿Dónde está?

— T-Te dije que lo traería la mañana. —Dijo el rubio, quejándose y acariciando adolorido su mejilla.

Acto seguido, el mayor tomó con fuerza la camiseta de Duff con ambas manos, azotando fuertemente su espalda contra una de las paredes, a lo que el rubio chilló. Ambos eran casi de la misma estatura, siendo Tommy más pequeño por un simple centímetro.

— Te dije muy claro que quería mi puto dinero hoy, no mañana. —Sin soltarlo, dejó un fuerte rodillazo en su abdomen, cosa que hizo que Duff gritara más alto ahora.

Las personas no actúaban. Al ser Lee de los populares de la escuela, los tenía amenazados, por lo tanto podía hacer lo que quisiera.

— No querrás meterte conmigo, ¿Verdad?

— T-Tommy, basta, por favor... —Volvió a recibir otro golpe, en el cual gritó de nuevo y sus piernas temblaron. Sentía que caería contra el suelo, lo sabía perfectamente.

— ¡Maldita sea contigo, Thomas! —Aquella voz se acercó, tomando del cuello de la camiseta del pelinegro, alejándolo a la fuerza.

Duff no pudo seguir aguantando. A punto de caer, fue sostenido por unos brazos, a lo que levantó la mirada ya debilitado por esos horribles golpes.

— S-Saul...

— Mgh... ¡Oh, claro! Ve a defender a tu novio, negro de mierda. ¡Ambos son unos maricones! —Gritó el azabache con rabia, para irse con pasos pesados y asustando a cualquiera que se interponía en su camino.

El rizado le devolvió la mirada de nuevo y con rapidez a su amigo, demostrando preocupación.

— ¿D-Duff, qué te hizo?

— M-Mierda, duele... —Dijo poniendo su brazo sobre su abdomen, sin poder evitar que ciertas lágrimas salieran de esos ojos esmeralda—. Quiero vomitar.

Slash, sin dudarlo, cargó con cuidado al más alto. Se dirigió a paso rápido hacia la enfermería, dándole cero importancia a las miradas de los metiches y demás. Al llegar a la misma, luego de haber atravesado varios pasillos, buscó algo alterado a la enfermera.

— D-Disculpe, es urgente. Mi amigo, l-lo golpearon. —Se notaba nervioso, asustado. El rubio era su vida, verlo sufrir no era una opción.

La mujer ayudó al rizado a dejar a Duff en la camilla. Slash se sentó al lado en una de las sillas, para tomar después la mano del ojiverde entre las suyas.

— Estarás bien, lo prometo. —Le regaló una suave sonrisa, por más estresado que estuviese. Luego el contrario se la devolvió.

— No sé qué haría sin ti, idiota. —Soltó unas risitas, a lo que Slash le dio un golpecito amistoso en el hombro mientras reía también.

— Yo tampoco, imbécil.

— Oh, Dios... —Dijo la castaña, tapándose la boca con una mano al levantar la camiseta de Duff y ver esos terribles golpes.

El rizado hizo una mueca al verlo también. McKagan se mantenía jadeando un poco debido al dolor en su abdomen. El contrario negó y apretó un poco más la mano de su amigo.

— Voy a quedarme, las clases pueden chupármela.

— ¡Lenguaje!

— Oh... Lo siento, señora Joyce. —Dijo sonriendo apenado cuando la mayor lo regañó. Luego le dirigió la mirada al rubio de nuevo.

— Vamos, estaré bien. Tú lo dijiste. —Respondió el mencionado.

— No me importa. Sabes que no voy a dejarte solo, Duff.

No Quiero Dejarte Solo {Sluff}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora