Aurora
Lo primero que hago cuando me despierto es ir hasta la habitación de mamá. Aún no ha llegado. No volvió anoche, la cama está hecho, todo está igual tal y como lo dejó el día anterior antes de irse. Compruebo los mensajes del móvil, donde tampoco hay noticias suyas.
Pienso en despertar a James, pero al final opto por no hacerlo. Son las seis y media de la mañana y la última cosa que me hace falta ahora es tener que tratar con mi hermano de mal humor. En el mundo hay dos clases de personas: las que se despiertan pronto y las que no. Yo formo parte del primer grupo, y mi hermano, del segundo. Ni siquiera necesito despertador, con mi reloj interno ya hago suficiente. Si me despierto después de las ocho, no me siento bien durante todo el día, no paro de pensar en todo el tiempo que he desperdiciado durmiendo. Para despertarse bien, debe pensar en una tirita: si el arranques de golpe, hará menos daño que si lo haces despacio. Cuando abro los ojos, aparto la sábana y me levanto, por más pereza que me haga. Entonces me visto y salgo a correr.
Es un hábito que intento hacer cada día, aunque haya clases. A veces, si tengo un examen, me va bien grabarme leyendo los apuntes y los escucho mientras corro calle abajo. Es un muy buen truco, apúntatelo. Sólo me lo salto si estoy enferma o hay alguna emergencia importante que requiere que esté en casa.
Hoy, el primer día de vacaciones de verano, no es ninguna excepción. Aunque mi madre haya desaparecido, salir a correr todavía me ayudará más para desestresarme y aclarar un poco las ideas. Me visto con unos leggins tres cuartos y un top de deporte de color gris. Desenchufo el móvil del cargador y cojo los airpods de la mesita de noche. Después, bajo las escaleras de dos en dos y tomo las llaves del llavero antes de salir por la puerta de casa.
No acertarías nunca (o quizás sí) la música que escucho para correr, la que me motiva. Nada menos que música triste. Es lo mejor del mundo, nada me anima más como una buena playlist repleta de canciones bien deprimentes. La primera canción que sale cuando pulso el shuffle de una de las muchas playlist con música triste-pero-que-en-realidad-me-motiva-demasiado es Fix you, de Coldplay.
Ah. Ahora me siento capaz de todo.
Sigo mi ruta habitual (años de estudio para conseguir la ruta perfecta). Primero, bajo la calle de mi casa en dirección al pueblo. Nosotros vivimos un poco apartados, en la zona de las casas grandes, la zona alta; pues el pueblo de Compass tiene bastante clase. A medida que me voy acercando al centro, cada vez hay más ambiente. Bueno, todo el ambiente que puede haber el primer día de vacaciones escolares a las siete de la mañana.
Hay algunas personas que encuentro casi a diario: Lisa, la de la panadería, que ya hace horas que está despierta preparándolo todo para cuando la tienda abra, el señor Hal, un jubilado que siempre va con chándal, y que me lo cruzo cuando yo ya vuelvo a casa. También veo a menudo gente que pasea su perro, pero nunca me he parado a hablar con ellos, básicamente porque cuando veo un perro, cambio de acera y acelero el ritmo. No es que me den miedo los perros, ni tampoco tengo ningún trauma como con los gatos. Los perritos pequeños son muy bonitos, pero parece que a Compass no entienden estos conceptos: todos los perros del pueblo son más altos que yo (¡y algunos sin correa!). Y en cuanto a las proporciones, un perro grande, no hará cacas de conejo ...
A veces, aprovecho para comprar el pan, pero es un poco incómodo correr con una barra bajo el brazo (o en el hombro, o como se me ocurra ponerla). Hoy, como que es el primer día de vacaciones (en realidad no necesitaba ningún motivo especial, pero ya que hay uno), decido comprar croissants para todos: mi de chocolate negro, por James de chocolate con leche y por la madre uno de integral.
—Hola guapa—, me dice Lisa cuando entro por la puerta.
Ya me conoce hace tiempo, y aunque la panadería no abre hasta dentro media hora, me deja entrar y comprar lo que necesite.
— Hola Lisa.
—¿Qué te pongo?
— Tres croissants, los de siempre.
— Chocolate negro, con leche y integral— recita mientras los va cogiendo y los pone dentro de una bolsita de papel.
Me tengo que aguantar las ganas de comerme el croissant antes de llegar a casa, hacen tan bien...
Una vez más, me pregunto donde estará mamá, y que estará haciendo. La última vez que estuvo en línea fue anoche, justo después de enviarme el último mensaje. Sé que no debería preocuparme: si alguien es más responsable y maduro que yo, esta es mi madre. Igualmente, pero, tengo un mal presentimiento.
Cuando llego a casa, está sonando la canción de Sign of the times, de Harry Styles.
James está en la cocina, bebiendo un vaso de leche con Colacao. Una de las muchas cosas en las que no nos parecemos: yo prefiero cincuenta mil veces antes el Nesquik. En casa, tenemos las dos cosas, un bote para cada uno. Mamá a veces coge de uno o el otro, dice que no le importa, que son iguales y entonces James y yo nos ponemos a discutir. Por suerte, a él también le gusta la Nutella, gracias a los dioses que no es team Nocilla.
—Jamie, he comprado croissants.
—Me. Llamo. James.
—¿Qué dices? ¿Que no quieres ningún croissant?
—Está bien, tú ganas. Pero ahora dame el croissant.
Cojo mi croissant y le lanzo la bolsa a James, que la atrapa al vuelo.
—Todavía no ha llegado mamá?
—No. No te ha enviado ningún otro mensaje?
—No.
Me siento en un taburete de la isla de la cocina, junto a James, y me preparo un vaso de leche. Me guardo el mejor para el final: primero pico el vaso de leche y luego come el croissant. También lo hago así, porque al revés, el sabor potente del chocolate del croissant haría que el vaso de leche con Nesquik tuviera un sabor extraño.
Justamente cuando me trago el último trocito de croissant, siento el ruido de unas llaves que abren la puerta principal.
La madre entra, pero no está sola. Tras él, hay un chico y una niña. Se parecen bastante, así que supongo que son hermanos. Los dos tienen el pelo de un color negro o marrón muy oscuro (no es muy importante ahora mismo) y muy reluciente. El chico, que debe tener más o menos mi edad, tiene los ojos azules, mientras que la niña los tiene de color avellana. Ninguno de los dos hace muy buena cara.
¿Qué está pasando?
Nota de la autora:
¡Hola! Aquí tenéis el tercer capítulo, espero que os haya gustado :) Comentad que os ha parecido y votad para que pueda ver si os parece interesante. Como ya he escrito, subiré un capítulo cada martes, viernes y domingo, así que nos vemos el martes ;)
Martina <3
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That summer's playlist [EDITANDO]
Novela JuvenilAurora Lee tiene muy claro su objetivo para este verano: conseguir una plaza en el programa de música de la prestigiosa universidad Lelton College. Keith Hastings solo quiere un verano normal. Cuando la madre de Keith fallece en un trágico accidente...