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—¿Cómo murió?
Comienzo a contar de manera casi mecánica:

–Ese día ella quería que saliéramos a comprar algo a la calle, ¿que quería comprar? No lo recuerdo, pero salimos al poblado más cercano, al llegar yo entré una tienda buscando lo que me pidió. Ella iba vestida de blanco y su falda se movía con el viento. Yo la observaba desde la tienda.
De pronto, alzó la mano y la llevo al pecho antes de desmayarse y caer en medio de la calle por la qué segundos después paso un auto negro que no pudo detenerse. Si hubiera podido atraparla, pero no estaba lo suficientemente cerca, todo fue tan rápido, apenas un parpadeo y ella cayó en silencio. Cuando llegue hasta ahí, no había nada que hacer -le respondí con la vista fija en algún punto, con la imagen del cuerpo de mi madre ensangrentado, con los ojos abiertos y sus labios esbozando una sonrisa. ¿Por qué sonreía así?

–El diagnóstico fue que le dio un paro cardíaco y de ahí su desmayo.
—Debio ser terrible, de verdad lo siento mucho –me dice él apretando mi mano y moviendo la cabeza de un lado a otro y en voz baja repite: "lo siento mucho".

Guardamos silencio por un rato que se ve interrumpido por otra pregunta:
—¿Que hiciste después?
–Me quedé a vender la casa con los muebles y otras cosas, cuando termine de hacerlo me vine a la ciudad, encontré esta casa o la casa me encontró a mí y aquí estamos.
—¿Pero no tienes familiares?
–Mi padre fue hijo único y mi madre solo tuvo un hermano mayor que vive en Australia, a quien rara vez vimos.
Ahí se acaba la familia.
—Lo lamento, es una historia ¿Cómo ponerlo? –dice frunciendo el celo contrariado, buscando alguna frase, al final parece no hallarla y agrega:

—En fin, lo importante es que estás aquí y ahora habitas la Residencia Toro que está recobrando su majestuosidad gracias a tu trabajo.

Asiento agradecido. Él se pone de pie y con su mano me levanta también, da un paso al frente y sin dudarlo se acerca y me abraza. Tenerlo tan cerca acelera mi corazón y escucho el suyo rugir con fuerza. Cierro los ojos, dejo que su olor me envuelva por un corto momento porque viene a mi mente el recuerdo de mi madre diciéndome entre dientes:

"Tú crees que estoy loca, pero no lo estoy, escúchame con atención Frank. Tengo visiones en donde veo que encontrarás un objeto que te conducirá a otro sitio; en ese lugar conocerás a un personaje que no sé si es benévolo o perverso u esa incertidumbre no me deja en paz, prométeme que te alejarás de él".

¿De quien mamá?
"¡DE ÉL!, comenzaba a gritar fuera de control. "¡DE ÉL!, aléjate de él, en ese momento llegaban las enfermeras con su medicamento que la dejaba con una sonrisa benigna y sin pronunciar palabra durante el resto del día.

—¿Estás bien? –me pregunta Gerard mientras toca mi cara con delicadeza.

Le contesto que sí soltándome de su brazo. Noto cómo le cuesta dejarme ir, junto las cejas con incógnitas en su rostro.

–Ya es tarde y mañana trabajaremos en la biblioteca, será mejor que nos vayamos a descansar. Gracias y buenas noches Gerard.

Él, de pie, me observa por un rato, después me sonríe toma sus cosas y se marcha.

En este momento de mi vida mi corazón es un terreno baldío con arenas movedizas, no sé si hay espacio para construir nada en él y no quiero que algo valioso se desbarate en mis entrañas.
Siempre había estado interesado en el amor, pero nunca había estado interesado en nadie, mucho menos en un hombre. Pero ahora con Gerard, no sobran palabras; ni una sola, no sobran roces discretos de sus manos en mi espalda, al contrario, me comienza a hacer falta y eso me asusta tanto o más que no sentir nada

Pretendo, en vano, leer algún libro de Toro. La plática con Gerard revolvió tantos recuerdos de mis padres y mis días en la casa del bosque, con el olor a medicina y locura flotando en cada habitación que estoy exhausto. ¿Qué era lo que de verdad había enloquecido a mi madre? ¿Por qué tanta fijación en mi y en mi destino?
¿Tal vez sentía que era incapaz de cambiar el suyo?

Probaré tu piel de seda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora