2. Ruptura a la vista.

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Seokjin exhaló únicamente hasta que abandonó el aula y un silencioso pasillo lo alentó a que sonriera orgulloso de sí mismo tras aguantar tanta inconformidad por parte de sus compañeros de clase.

Él era de los pocos que había entregado un proyecto completo; arriesgado pero único. El profesor realmente había quedado maravillado con el empeño que el estudiante había llevado a cabo no sólo en práctica, sino como justificante y expositor.

Sin dudas sería un gran psicólogo algún día, si es que finalmente optaba por dicha rama.

Salió del edificio dirigiéndose a uno de los carritos ambulantes que el campus ofrecía, claramente creía merecer un premio luego de lo que parecía un interminable proyecto y ese lugar ofrecía los mejores sándwiches horneados que su billetera podría costear. Incluso si había una fila considerable, siempre valdría la pena.

Y mientras esperaba su turno pacientemente, volvió a sonreír de lado dándose una palmadita imaginaria por haber conseguido dicho éxito. Él era sumamente consciente de que su experimento podría haber resultado muy bien (como fue el caso) o por el contrario, muy mal. Durante su adolescencia había mirado y analizado esos virales videos en línea donde los occidentales obsequiaban muestras afectivas con gran naturalidad y sólo eran correspondidos con sonrisas sinceras, risas cómplices e incluso el inicio de buenas amistades. Por supuesto que su inocente ser quiso creer que sería curioso probar un acto así en su país, un lugar donde reinaba la formalidad y el respeto excluía mayor contacto del necesario... al menos con desconocidos. Sin embargo, jamás pensó que sería tan complicado y le acarrearía tantas malas experiencias un simple y estúpido cartel.

A pesar de que era consciente de que la mayor cantidad de personas (sobre todo la población masculina) rechazaría su acto, jamás creyó que sería tan difícil lidiar con tantas críticas, burlas e incluso un discurso moralista que se negó a replicar por, precisamente, el respeto a sus mayores con el que había sido educado.

Había pasado casi una semana de aquel largo y frustrante día, donde la mayor parte de la mañana estuvo conteniéndose de abandonar su idea y retractarse a tiempo con el profesor y su clase, para recibir más burlas y miradas autosuficientes según su predecible fracaso. Por supuesto, hasta que ese chico de cabello fantasía se detuvo frente a sus ojos.

Y su sonrisa se extendió rememorando ese ínfimo momento, pues gracias a aquel jovencito había conseguido la suficiente valentía (o al menos curiosidad) en una considerable cantidad de chicas, que al verlo marcharse como si nada hubiese pasado, se animaron finalmente a acercarse y entre risitas le brindaron cortos abrazos antes de una reverencia cortés como despedida.

Sí, ese muchacho no había sido consciente de lo que había logrado tras ese acto. Y ni siquiera era completamente acerca de recibir más abrazos, o haber conseguido una nota positiva en su proyecto... era más bien el conforte que Seokjin pudo sentir en un par de brazos tras un día duro; una muestra afectiva que sin necesidad de palabras, le había hecho respirar con tranquilidad nuevamente.

Realmente se lamentaba por no haber podido agradecerle, había estado tan en shock que ni siquiera logró entablar una mínima conversación o al menos preguntar su nombre. De no ser porque su amigo le llamo "JK", probablemente jamás habría obtenido mayor información pues, si nunca antes se encontró con él, dudaba volver a topárselo en el futuro.

Sin mencionar que, de hecho, precisamente ese abrazo había derivado a una nueva interrogante en la teoría de Kim Seokjin. ¿Por qué un chico (hombre) había logrado dar dicho paso ante lo prejuiciosa que podía ser su sociedad? Considerando que fue consciente de que dicho chico, inicialmente sólo se acercó para cumplir una apuesta y terminó fundiéndose entre sus brazos como un niño pequeño en busca de amor.

Excusas para abrazar a Seokjin [jinkookjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora