10. Jeon Jungkook.

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Cuando Jungkook admitió que tocaba el piano, Seokjin jamás imaginó que aquello era más que una afición.

"No soy tan bueno como Yoongi hyung." había dicho restando importancia. Entonces Jin pensaba que, una de dos; el piano no se trataba más que de un pasatiempo, o Jungkook fingía subestimarse.

"Me inscribí para un concurso... me gustaría que estuvieras ahí. Siempre y cuando te sea conveniente, por supuesto, yo... no quiero ser una molestia." Murmuró atropelladamente aquella mañana fresca, bajo el árbol donde lo había descubierto mirándolo la primera vez, cuando él se humillaba con un cartel de abrazos gratis y Jungkook perdía una apuesta.
Seokjin iba algo tarde a su clase tras detenerse a comprar uno de los famosos sándwiches, pero la intercepción del amigo que había estado evitándolo la última semana (desde la extraña escena en el museo), había detenido su mundo por completo. Ya antes había soñado con todas las maneras posibles en las que se atrevería a enfrentarlo para pedirle una explicación, sin embargo, por una u otra razón jamás concretaba una idea clara, y ciertamente no le había cruzado por la mente que JK podía encararlo primero.

Mucho menos esperaba una invitación a algo tan importante para el de cabello rosa, y lamentablemente supo aquello hasta que la etiqueta en su traje de segunda mano picó en medio de decenas de Prada y Burberry.

—Me siento traicionado. –Admitió acercándose a Taehyung, quien junto a la barra se inclinaba para echar un vistazo hacia su bebida que estaba tardando más de lo previsto.

—Y yo también. Estoy seguro de que han atendido antes a la anciana francesa que adora a mi Yoongi.

Y puede que Seokjin estuviese nervioso al grado de sopesar el adjetivo posesivo en la frase dicha por Taehyung.

—No eres gracioso.

—Hyung, ¿Quieres relajarte? –Le dio una mirada divertida, el pobre rubio observaba todo y a todos casi con terror. —Son estúpidas ropas, estúpidas esculturas de mármol y estúpidas bebidas que cuestan lo mismo que la renta mensual del hogar de mis padres.

—Por alguna razón eso no me hace sentir mejor. –Admitió dejando caer los hombros, cansado de intentar mantener la frente en alto como todas aquellas personas que con un simple peinado, lucían más espectaculares de lo que él jamás podría igualar.

—A Jungkook le interesa que estés aquí porque eres tú, no por cómo vistes. ¡Ni siquiera él porta un reloj tan caro como el del tonto barman que me ignora! ¿Has visto su reloj?

El recuerdo logró sacarle una sonrisa divertida. —Mickey Mouse.

—Lo ganó en una feria y estoy cien por ciento seguro de que no se lo sacó esta noche. Respira. –Aconsejó con calma, a pesar de que él mismo se estaba volviendo loco por su bebida olvidada a medio hacer.

—Cuando mencionó un concurso creí que se refería a algo underground. No uno llevado a cabo en una tonta mansión. –Volvió a quejarse sin poder dejar de mirar los cuadros simplones (que debían estar valuados en una cantidad casi imposible de pronunciar) decorando las paredes del inmenso salón de eventos.

Taehyung asintió. —Es algo importante, normalmente compite en lugares menos ostentosos.

—No logré verlo en todo el día, me pregunto cómo lo está llevando. –Murmuró más para si mismo, pero Taehyung lo escuchó de igual manera.

—Sus padres no consiguieron venir, así que supongo que se encuentra mucho mejor de lo que creemos.

A Seokjin le seguía haciendo ruido la mala relación entre JK y su familia. Eran amigos y parecían cómodos con el otro, por lo que nunca fue problema tocar puntos sensibles de los que otros se negarían a hablar. Y ahí estaba él, aguantándose las ganas de indagar más acerca de su vida privada porque, honestamente, no sabía reconocer si aquella curiosidad era debido sólo a que se trataba de un buen amigo o por el contrario, la carrera que estaba estudiando nuevamente lo controlaba y exigía un análisis detallado acerca de la realidad de un chico promedio que aparentemente era muy bueno con un instrumento musical y le encantaba dar abrazos.

Excusas para abrazar a Seokjin [jinkookjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora