Capitulo Cinco.

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Capítulo Cinco: Atrapante, Asfixiante y Aterrador.

(🍎🍎🍎)

— El es mi novio, Egeon —presenta Angelia.

El chico Egeon al igual que los Bhall tenía el cabello blanco, salvo que él mantenía un piercing en la nariz y en el labio, cargaba unas gafas oscuras y se veía más relajado que los Bhall.

— Hola —sonríe Egeon.

Me sorprendí al ver a Altair ahi, Angelia había dicho que él no estaba interesado en venir a la cena ni participar en la subasta.

— Ángel me dijo que nos dirás en qué consiste todo eso de la subasta —exclama Egeon.— no entiendo un carajo de lo que se trate, pero quiero unirme.

— ¿En que no quieres unirte, Egeon? —suelta Altair por primera ves en toda la noche.

Una de las amas de llaves sale de la cocina y se acerca a Zaph, ella asiente y le dice unas palabras.

— La cena se retrasará unos minutos más —dice Zaph.— pero les puedo mostrar el plantío de manzanas y el jardín de rosas mientras.

— Claro, nos encantaría —sonríe Angelia, toma la mano de Egeon levantándose.

Todos nos levantamos, Casper se acercó a mi y caminamos a la salida.

Conocía bien la casa de Zaph, más casa parece una mansión. Al salir por la puerta trasera está cerca el jardín de rosas, el cual su madre ha cuidado desde siempre, hay rosas de todos tamaños y colores, de preferencia rosas rojas, si te vas por el lado izquierdo puedes toparte la piscina, pero ahora vamos por el lado derecho rumbo al plantío de manzanas.

— Mi bisabuelo Rowan Stevenson fue el fundador de este plantío, aquí está el primer árbol de manzanas —señaló Zaph mostrando todo.— tenemos 35 hectáreas solo para producción de manzanas rojas.

— ¿No te aburre esta historia? —pregunta Casper.

— Aunque la he escuchado toda mi vida aun me entretiene.

El aún sigue a mi lado, estamos atrás de todos y puedo ver cómo Atlas y Altair mantienen sus manos en sus espalda observando todo.

— ¿Vamos al kiosko? —sonríe Casper, estaba aburrido y lo podía notar.

Casper sabe la historia del plantío de manzanas desde que tenía memoria.

— Zaph se enojará —le dije susurrando.

— Corramos el riesgo. Como los viejos tiempos cuando nos escondíamos de ella en el plantío de manzanas —me extendió su mano.

Por los viejos tiempos.

Ambos salimos de ahí, dimos la vuelta y comenzamos a correr.

Pero algo me hizo girar, ahí estaba Atlas. Mirándonos.





Llegamos al final del jardín, casi por la piscina nos detuvimos porque correr en tacones no es mi fuerte.

— ¿Crees que lo haga como cuando éramos pequeños?

— ¿Buscarmos por las cámaras? —pregunte riendo.

ATLAS: Los Desvanecidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora