05 | Y un cojón de pato

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05| Y un cojón de pato

HACHE:

Cuando llegué al apartamento después de caminar durante media hora lo único que me apetecía era sentarme a descansar. La casa de Halley quedaba lejos del apartamento que compartía con mi mejor amigo y haber ido hasta el centro de la ciudad y vuelto me había supuesto prácticamente toda la tarde. Además, había aprovechado para pasar por casa de mi tío durante la vuelta, estaba tan ocupado corrigiendo algunos trabajos de sus alumnos que apenas pudo disfrutar del café que nos sirvió en el interior de su casa.

Sin darme cuenta pensé en Halley y en todos esos trabajos que tenía que hacer esta tarde. La chica de las estrellas llevaba días apareciendo por mi cabeza e ir a buscarla había sido un impulso que había surcado mi cabeza muchas veces y nos había terminado uniendo hoy. Estos días habían sido extraños: o me resistía a ir en su búsqueda y era ella quien me encontraba o, todo lo contrario, como había sido el caso de hoy.

Por eso se me ocurrió ir a Sky a buscarla, esta situación me trastornaba hasta tal punto que ya no había podido contenerme, me moría por descubrir el motivo de su infelicidad y por intentar regalarle un corazón reparado.

Me resulta extraño el hecho de que me cale tan hondo a pesar de que solo nos hemos visto tres veces.

Tampoco puedo evitar repetirme que el hecho de que nos busquemos mutuamente me resulta atractivo. Atractivo y muy curioso.

Y ella dice que no cree en el destino...

Dios santo, ¿qué estoy diciendo?

Comencé a subir las escaleras hasta quedar frente a la puerta del apartamento. La cabeza me dolía a horrores, supuse que eran las migrañas otra vez, así que la idea de sentarme en el sofá y no hacer nada venía sonándome mejor a cada paso que daba hasta la puerta. Pero, desde el exterior del apartamento, una música se escuchaba estrepitosamente, cerré los ojos, me apreté la frente con los dedos y suspiré antes de buscar las llaves en el bolsillo trasero del pantalón comprendiendo qué estaba sucediendo en el interior. Suerte que las encontré porque, de lo contrario, Xander no se habría enterado de mis golpes en la puerta.

Cuando entré, la música resonó aún más fuerte y el dolor de cabeza aumentaba progresivamente. Llevé una mano a mi frente y cerré los ojos de nuevo. Cuando los abrí a los segundos después, vi al moreno dándome la espalda suspirar frustrado y cerré la puerta a mis espaldas, pero por supuesto, él tampoco se dio cuenta de eso.

—Xander, ¡Xander! —exclamé por encima de la música, pero al ver que no prestaba atención a mis palabras suspiré frustrado—. Me cago en la leche...

Caminé hasta llegar al pequeño equipo de música que teníamos cerca de la televisión y presioné el botón de apagado, entonces pude inspirar tranquilo y entrecerré los ojos en una mueca de dolor cuando sentí una pequeña presión en la frente de nuevo.

—Eh, ¿qué narices haces? —preguntó encarándome un poco frustrado. Se notó que lo estaba nada más entrar.

—No, ¿qué haces tú? Son las nueve de la noche y vivimos en un apartamento rodeado de vecinos, un respeto a la comunidad, joder. —Suspiré sonriendo por el pequeño matiz sarcástico que había empleado.

Me acerqué a la puerta de mi habitación para abrirla cuando eché en falta a aquella bola de pelo que venía disparada hacia la puerta de la entrada cada vez que alguno de los dos llegaba a casa. Escuché cómo arañaba la puerta pidiendo en su idioma gestual que alguien le sacase de ahí y arqueé una ceja sonriendo. Tal y como esperaba, Tocadiscos no tardó mucho en salir disparado hacia el salón, pero, una vez descubrió que había sido yo quien había abierto la puerta, emprendió el camino de vuelta antes de toquetearme la parte baja de las piernas y soltar algunos ladridos.

La Mecánica de los Corazones Rotos ✔  [#HR1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora