Ashley Clayton | Gossip Girl

1.03: Hiedra venenosa

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Ser descendientes de los fabulosos ricos tiene muchas ventajas. ¿Pero las desventajas?

Los padres muy exitosos no esperan menos de sus hijos. Y cuando se trata de universidades, solo existen las mejores. Es más que entrar a una universidad. Es fijar un curso para el resto de tu vida.

Y para los pocos que no son herederos, la presión no es menor. Cuando los padres se han sacrificado por el futuro de sus hijos, ¿qué joven quiere decepcionarlos?
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Ni bien llegamos a la escuela, tuvimos un asamblea, por lo cual me encontraba sentada escuchando al coro. Una vez que terminó, los directivos comenzaron a hablar.

— Buenos días, estudiantes. Les pido que muestren un poco de compasión por el tercer año. Casi terminan con la semana Ivy.

— Como ya es una tradición, las chicas del Constance Billard se harán cargo de la fiesta del viernes. Y los chicos de St. Jude proporcionarán escoltas para los representantes.

— Para todos los que sueñan con asistir a una de las mejores universidades, esta fiesta es el evento más importante de sus vidas.

— Pero sin presión —rieron.

Mis padres habían estado torturándome por meses con este evento. Bueno, mi padre más que nada, que sueña con que estudie en Columbia. Él lo había hecho y tenía una gran influencia allí, si me comportaba bien, podría asistir sin problemas. La realidad es que no sé qué quiero. Posiblemente le de el gusto.

Cuando la asamblea finalizó, salimos para ingresar a nuestras respectivas clases. Había notado que Chuck y Nate se fueron en la mitad del discurso, y que Serena no había llegado. Fuera, vi a Dan caminando.

— Dan —lo detuve—. ¿Cómo estás?

— Ashley —me miró confundido—. No creí que ibas a volver a hablarme.

— ¿Por qué? ¿Leíste en Gossip Girl que no soy amable? —recordé sus palabras, haciéndolo reir mirando al suelo—. ¿A cuál universidad aspiras? —cambié de tema.

 — Darmouth. Tengo que dar una muy buena impresión para ganarme un lugar.

— Buena suerte —sonreí sincera.

Serena llegó corriendo. Toda desaliñada.

— Cielos —se tomó la cabeza, observando a los alumnos salir—. No me digas que ya se acabó.

— ¿Qué? —Dan preguntó escéptico—. Estabas ahí, creo que sí se acabó.

Auch. Esa confusión me dolió.

— Creo que habla de la asamblea —murmuré, no queriendo lucir entrometida, pero tampoco queriendo verlo hacer el ridículo.

Serena asintió avergonzada.

— Ah, claro... No, sí. Recién acabó. Ahora.

— Maldición —refunfuñó, apretando la correa de su mochila.

— En fin. Suerte. Hasta luego, Ashley —me saludó Dan, para luego irse sin siquiera mirar a la rubia.