x. memories

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ᴀʟɪᴋɪ ; ʟɪʙʀᴏ ᴜɴᴏ
— D A M N A T I O   M E M O R I A E —

ᴀʟɪᴋɪ ; ʟɪʙʀᴏ ᴜɴᴏ— D A M N A T I O   M E M O R I A E —

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capítulo diez
recuerdos

×××××××

Mystic Falls, Virginia
septiembre, 1862

Eɴᴛʀᴇ ʀɪsᴀs ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴀs, los dos jóvenes subieron las escaleras del cobertizo hacia la entrada del hogar de la chica, quien se apresuró a chistarle al joven que la acompañaba con diversión, colocando uno de sus dedos sobre su propia boca. El chico de ojos verdosos apretó sus labios, pero accidentalmente aplastó el borde del vestido de la muchacha, provocando que ella se tropezara y estallara en carcajadas, de las que rápidamente se avergonzó y cubrió su boca con su mano. Sin embargo, antes de que pudieran disimular su llegada, la puerta de la enorme casa se abrió, dejando ver a una mujer con vestimenta en blanco y negro que indicaba que era la sirvienta del hogar.

          —Señorita Korolyova —reprendió la mujer de inmediato al ver a la joven. El muchacho colocó sus manos tras su espalda, conteniendo con más fuerza sus risas y aparentando una compostura seria, mientras que la nombrada sonreía con inocencia a la mucama—, ¿qué son estas maneras de llegar, haciendo escándalo? ¡Y con un chico!

          —Julia, sabes que Stefan es como de la familia —intentó persuadir la chica, sosteniendo nerviosamente un cuaderno de cuero entre sus manos.

          —Señor Salvatore, querrás decir —corrigió Julia—. Los modales, mi niña. Ahora, entra. Se hace tarde para el almuerzo —apuró la mujer, haciéndose a un lado, pero sin abandonar la entrada.

          —¿Podría el señor Salvatore...?

          —No creo que sea adecuado —le interrumpió Julia a su pregunta entonada con fingida formalidad—. Su padre pidió un tiempo familiar: su hermano llegó de la confederación.

          —¿Noah está aquí? —casi chilló la chica, con una clara emoción. Julia asintió—. ¡Stefan puede saludarlo! —opinó, girándose hacia su acompañante—. ¿Quieres...?

          —Alisa —le volvió a interrumpir la mucama. La mencionada la miró, haciendo una mueca al escuchar su nombre completo—. Tiempo familiar. Ahora.

          —Está bien —dijo Stefan, a lo que Alisa le dirigió sus ojos oliva hacia él—. Puedo saludarlo otro día. Pero, por ahora..., esto es mío —enunció, arrebatándole el cuaderno de sus manos.

          —¡Aún no! —chilló Alisa, escandalizada, mientras intentaba quitarle el cuaderno de sus manos.

          —Prometiste enseñarme tus escritos —le recordó Stefan.

Damnatio memoriae | Aliki #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora