Cap.12 Cada vez más cerca

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Continuan en silencio hasta el local, cada uno sumido en sus pensamientos, y se encuentran una fiesta muy animada a su llegada.

Rubén se acerca a darles la bienvenida con una copa de champán para cada uno, y un notable grado de embriaguez:

—¡Mis dos jefes favoritoooooos! Porque tú serás mi nuevo jefe, pero a esta mujercita la adoroooo. ¿A ti no te parece también adorable? Y huele siempre taaaan bieeeen. Mmmmm, ¡te quiero, jefa!

—Madre mía, Rubén, ya has empezado la fase de la exaltación de la amistad... Creo ya te has tomado alguna copa de champán.

—Me he bebido una botella, por lo menos, cielo —le dice Rubén, cogiendo a Andrea por el hombro—: Y no soy el único. De hecho, los únicos que no vais pedo todavía sois vosotros dos, así que, ¡vamos a brindar! Uno no cumple 30 años todos los días.

—¿No los cumpliste el año pasado? —le pregunta Andrea.

—No. Cumplí 29, pero quería saber qué se sentía al cambiar de década para estar preparado. Y no es tan duro como pensaba, así que no debes tener miedo, Andrea, que a ti te queda muy poco ya... Y si no, mira a tu jefe, que ya los debe de haber cumplido hace tiempo y está fenomenal, ¿verdad jefe? —le pregunta Rubén, pasándole ahora a él su brazo por el hombro. 

—No hace tanto tiempo... —dice Carlos, pero se ve interrumpido por el resto de compañeros, que salen al encuentro de los recién llegados y los animan a unirse a la fiesta.

Están todos bastante borrachos y desinhibidos, tanto los compañeros de la oficina como otro grupo de amigos de Rubén, algunos de los cuales ya conocen de otros cumpleaños. El único que, en principio, parece algo más cortado es Carlos, que está observando desde un rincón, sin integrarse demasiado en el grupo.

Marta se acerca hasta Andrea y la aparta ligeramente para preguntarle:

—¿Has venido con el jefe o habéis coincidido en la puerta?

—He venido con él. ¿Sabes que casi me pilla en pelotas? 

—¿¡Qué!? ¿Mientras te duchabas en la oficina?

Andrea le cuenta todo lo sucedido esa tarde, y que todavía guardaba una ligera sospecha de que él pudiera haber estado escondido mucho antes de que hubiera aparecido. También le cuenta la conversación con su desconocido y la posibilidad de que ese hombre fuera el portero del edificio.

—¡Hostia, Andrea, estás loca! ¿Cómo se te ocurre seguirle el juego a ese tío, estando tú sola en la oficina? ¿Y si fuera el portero? Por eso te ve todos los días y se ha fijado en ti. No te fíes...

—Pero si tiene una cara de buena persona que no se la quita ni dios —protesta Andrea.

—¿Quién? ¿El portero? ¡Pero si tiene pinta de psicópata!

—¿Felipe? Si es un amor de hombre...

—¡No! Ese no, el otro, el que hace las noches normalmente. Hoy quizás estaría Felipe, pero él siempre va de días. Yo digo el otro, el que normalmente hace las noches. Uno con la cabeza rapada, que se pasa depilándose las cejas, que no es muy alto pero está muy fuerte...

—No..., no puede ser él. Además, le he preguntado a mi desconocido si él era el portero y me ha dicho que no...

—Y tú le has creído, claro.

—Sí. Y, en cualquier caso, el cejas depiladas hoy no estaba trabajando, era Felipe, y no creo que haya hecho él ese ruido que he escuchado cuando me he quitado la toalla...

—Vamos a salir de dudas —le dice Marta, cogiéndola del brazo y estirándola hacia la posición de Carlos—: Hola, jefe. Una...

—Marta, por favor. No le hagas caso, es que...

Seducción anónimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora