Cap. 23 Dame otra oportunidad

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Son casi las 9 de la noche cuando la sesión fotográfica finaliza. El agente de Pol lo reclama para asistir a un acto al que no puede negarse ir, aunque él insiste en posponerlo para poder quedar con Andrea. Pero es imposible. Por ello, le propone quedar la noche siguiente para cenar juntos, ya que tendrá que partir hacia Los Ángeles en la mañana posterior.

Carlos espera pacientemente a que Andrea recoja sus cosas para acompañarla a casa. 

—¿Qué tal tu experiencia como modelo? —le pregunta Carlos, mientras caminan por la acera.

—Pues, la verdad es que me he divertido mucho. Al principio estaba muy cortada, pero he acabado cogiéndole el gustillo. Creo que he aceptado porque sé que esto no se hará público.

—Bueno..., Dimitri me ha aconsejado que utilicemos estas fotografías para la portada...

—¿¡Qué!? ¡Estás de coña! 

—En absoluto. Él ha insistido en que lo hagamos. Y estoy barajando seriamente esa opción.

—¡Venga ya! Pero si yo no soy modelo...

—Pues a Dimitri, que es un gran profesional, le has encantado. Y por lo que he visto, a Pol también —comenta Carlos con toda intención, lo que provoca una sonrisa nerviosa en Andrea, quien no dice nada.

Siguen caminando en silencio y pasan por delante de una pizzería.

—¿Tienes hambre? —le pregunta Carlos, y se para ante la puerta.

—¡Muchísima! —responde ella.

—Te invito a cenar.

Entran en la pizzería y se sientan a la mesa del rincón. El camarero, antes de tomarle nota, les sirve un vaso del que dice ser el mejor Lambrusco del mundo, y les deja la botella, por cortesía de la casa, ya que celebraban su décimo aniversario de apertura.

Empiezan a hablar sobre la oferta de salir en la portada de la revista:

—Deberías barajar esa posibilidad —le dice Carlos—: Es más, creo que deberías aceptarla.

—Pero, ¿cómo voy a ser portada de una revista? ¿¡Estamos locos!? Mido poco más de 1,60 y mis medidas no son exactamente 90-60-90...

—Eso no ha impedido que uno de los mejores fotógrafos del país te haya preferido a ti, en lugar de una modelo profesional. Yo me fío de su criterio.

Andrea, al principio se muestra reticente, pero conforme avanza la conversación y la botella de Lambrusco se vacía, se siente algo más relajada y proclive a aceptar, aunque con la determinante condición de que no apareciera su nombre en ningún momento. Y empiezan a bromear sobre una posible carrera prometedora en el mundo del modelaje, que les lleva a una conversación absurda e hilarante. 

Ambos se encuentran muy a gusto y la velada transcurre en un ambiente de confianza, complicidad y sentido del humor. Cuando el camarero les invita a un chupito de limoncello casero, Andrea lo rechaza porque teme estar ingiriendo demasiado alcohol y volver a protagonizar una escena como la de la noche pasada, pues ya se siente algo mareada.

Sin embargo, el camarero insiste.

—No se puede rechazar a un italiano la invitación a un limoncello  casero, cuando está celebrando un aniversario —argumenta—: A no ser que nos quieras provocar siete años de mala suerte.

—Oh, no, no querría hacer algo así —acepta Andrea—: No podría vivir con esa responsabilidad. 

—Entonces... ¡salud! —exclama el camarero, levantando su vaso de chupito e invitando a los comensales a que imiten su gesto.

Seducción anónimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora