Cap. 15 ¿Quién no va a dormir solo?

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—Tienen que estudiar todas las propuestas que les han hecho. Y todos los socios tienen voz y voto —responde Carlos.

—Entonces, ¿qué ha querido decir Claudia con eso de que no hacía falta hacer tanto teatro?

—Nah, no hagas caso —dice Carlos haciendo un ademán, intentando restarle importancia. Y a continuación, añade—: Lo has hecho muy bien.

—¿El qué, Carlos? —pregunta Andrea molesta—: ¿El teatro? ¿O el tonto? ¿Es a eso a lo que me has traído? ¿A hacer un paripé?

—No, no me parecía que estuvieras fingiendo, creo que lo sentías de verdad.

—¡Pues claro que lo sentía! Y quería hacerlo lo mejor posible, porque tú mismo me habías dicho lo importante que era conseguir entrar en este grupo —sigue diciendo Andrea, mostrando su enfado.

—Y lo es...

—Entonces, ¿para qué ese discursito en el coche, sobre que tenía que estar concentrada? ¿Para qué? Si tú ya te habías encargado de convencerla. ¿Te vas a encargar también de convencer al resto de socios y socias? 

—De eso ya te has encargado tú —responde Carlos con sequedad. Y Andrea suelta un bufido, a lo que Carlos le pregunta—: Pero, ¿qué te molesta tanto?

—Sentirme como una imbécil. ¿Qué querías?, ¿reírte de mí? ¿Reíros los dos de mí?

—Nadie se ha reído de ti, Andrea. Además, ya te he dicho que lo has hecho muy bien, no sé por qué te pones así. ¿Quieres que yo también te aplauda? 

Andrea lo mira en silencio y siente ganas de mandarlo a la mierda, pero se contiene, vuelve a soltar un fuerte bufido y se marcha con paso ligero hacia el coche. Pero, una vez junto a la puerta del copiloto, decide que no le apetece tener la compañía de Carlos de regreso a la oficina, así que, antes de que él llegue hasta el vehículo, se gira y le dice:

—Volveré en taxi.

—Oh, vamos, Andrea, no te pongas así. Espera... —Y sale detrás de ella, quien ya se ha puesto a caminar por la acera—: ¿Por qué te has enfadado? Es cierto que has hecho una gran presentación. Creo que vamos a lograr entrar en el grupo Müller.

—¡Por supuesto que vamos a entrar! Ya te habrás encargado tú de hacer lo que tenías que hacer. ¿O lo vas a hacer esta noche? —pregunta Andrea con tono de reproche.

—¡Eh! Un momento, ¿qué pasa? —le pregunta Carlos sujetándola por un brazo y obligándola a detenerse. 

Andrea se gira con el rostro arrebolado y una rabia que le está provocando el llanto, por lo que tiene que hacer un esfuerzo para contener sus lágrimas y disimular antes de contestar, porque tiene que disimular que esa rabia que siente está acompañada de unos inconfesables celos.

—Que me he esmerado por hacerlo lo mejor posible, que me estaba sintiendo bien, sintiendo que estaba haciendo un buen trabajo y que eso serviría para conseguir nuestro objetivo, y con las risitas tuyas y de Claudia, siendo tan amiguitos, tan cómplices, tan... tan... íntimos, habéis hecho que me sienta como una estúpida. 

—No tienes por qué sentirte así, Andrea. Creo sinceramente que has hecho una gran presentación, y si convencemos al grupo de que incluya nuestra revista en su línea editorial, será todo mérito tuyo.

—¿Ah sí? ¿Mérito mío? Pues no soy yo la que va a verse con la señora Müller esta noche en mi casa.

—¿Sabes qué?

—¿¡Qué!?

—Pareces una novia celosa —le dice Carlos. Y Andrea se queda muda un instante. Pero sus nervios y su vergüenza hacen que saque su rabia y utilice la táctica de no hay mejor defensa que un buen ataque.

Seducción anónimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora