Capítulo XI: Saepe creat molles aspera spina rosas

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Luego de que Atsuko estuvo una hora escuchando hablar a la Cavendish sin pausa, esta última dio por terminada la lección y le dijo que remontara a su habitación a descansar. El dìa de mañana tenían un largo día por delante, sobre todo la peli plateada. Que por ser confidente de las maestras y la cara de las estudiantes destacadas de Luna Nova tenía muchas responsabilidades y deberes. 

Después que ambas se despidieron, Diana se sumió en los brazos de Morfeo y la castaña se dirigió a su cuarto. Akko caminò por los largos y silenciosos pasillos hasta que dio con la puerta de su habitación, abrió la puerta con sumo cuidado para no molestar a la pelinaranja. Y aunque ella pensaba que podría estar durmiendo, ansiaba que lo estuviera haciendo, puesto que sentía un extraño sentimiento de remordimiento.

La castaña entrò al cuarto completamente oscuro, se acercó hasta el velador de la cual era su cama y con mucha delicadeza, (cosa completamente extraña en ella) prendió la lámpara que estaba arriba de la mesita. Cuando sus ojos se acostumbraron de pasar de la completa oscuridad a la tenue luz que irradiaba el artefacto, miró sin pensarlo mucho a la cama de Amanda. Pero para su sorpresa, O'Neill no se encontraba en su cama y tampoco en la habitación.

Debido a los pensamientos que rondaban en la cabeza de la oji carmesí, esta no tenía ni una pisca de sueño. Así que sin apuro terminò de ordenar sus cosas, se puso pijama y comenzó sin saber de donde a tararear una melodía. Aquella melodía jamàs la había escuchado, no sabía quién la tocaba o quien la cantaba, de hecho no sabía siquiera si tenía letra.

Pasado algunos minutos, como un leve y sonor susurro la melodía de la canción se hizo presente en toda la habitación. Kagari casi por instinto se levantó de la cama y salió del dormitorio, caminó por los pasillos y bajó al jardín. Salió del gran castillo y se adentró al bosque, mientras caminaba sin saber hacia donde se dirigìa el bosque le mostraba hermosos colores azules y cian. Las ramas y plantas que estaban en el suelo se comenzaban a correr cuando los pies descalzos de la muchacha se acercaban a ellas, formando así un camino que parecía no tener fin o llegar a algún lado. Mientras Atsuko más se adentraba al bosque, el camino iba desapareciendo por detrás suyo y los árboles se juntaban cubriendo cualquier rastro que la castaña pudiera dejar. 

El sonido se hacía cada vez más intenso y Akko reconoció que aquella melodía provenía de un violín. Por un instante el pensamiento de que era Amanda cruzó por su mente, sin saber porque su corazón comenzó a latir con fuerza y sus pies a apresurar el paso. Sin saber aún a dónde se dirigìa, sin previo aviso se topó con un llano en el bosque. Habían luciérnagas por doquier, la luz de la luna iluminaba con gran delicadeza el lugar y en el centro estaba Amanda.

O'Neill estaba con un violín, ella era quien tocaba esa melodía y aunque estaba completamente igual a la última vez que Atsuko la vió, algo había cambiado. A los ojos de la castaña Amanda estaba distinta, era como si el bosque, la luna, los árboles y el césped mostraran toda su magia y grandeza. Pero esta magia era producto de los movimientos y mùsica de Amanda, era como si a través de la nostalgica y atribulada melodía el entorno quisiera expresar lo que sentía, como si quisieran llorar al compás no solo de la canción sino que del alma de la pelinaranja.

Atsuko se quedó inmóvil, totalmente absorta en presenciar cada movimiento y sentir cada nota que O'Neill producía. Amanda concentrada no sè dio cuenta de que tenía una espectadora hasta que se detuvo.

— Amanda: (Sobresaltada). Akko, ¿què haces aquí? (Avergonzada). ¿Hace cuànto llegaste?

— Akko: (Silencio).

— Amanda: Akko, ¿estàs llorando?

— Akko: (Secándose las lágrimas). Yo... yo creo que tu me llamaste.

El amor es la esencia de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora