11. Enfermero

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Thomas' POV

-¿Qué le pusiste al café?- Le pregunté a Amelia mientras ella miraba su taza de café que se encontraba en una mesita frente a ella.

-Lo notaste- Quitó la mirada de la mesa y me observó por un rato para luego sonreír. – Tienes buen paladar entonces, porque la mayoría de las veces nadie lo nota.

-Es que no sabe cómo el café normal, tiene algo que le da un toque... Dulce- Aunque en realidad sabía muy rico.

-¿Un toque dulce? El café es dulce por si solo Thomas- Rió ante mi conclusión del sabor.

-No de esa forma, es un toque sutil de algo diferente- Me quedé mirándola mientras ella tomaba de su café para saborear ese toque del que yo le hablaba.

-Tienes razón. Le coloqué vainilla, canela y una pizca de sal- Juntó sus dedos pulgar e índice y me indico el tamaño de la pisca que le había agregado, que no era nada pequeña por cierto.

-¿¡SAL!?- Mi voz salió mas chillona de lo que yo esperaba.

-No seas dramático Thomas, ni siquiera sabías que tenía sal. La coloqué para que resalte el sabor de la vainilla y la canela, eso me lo enseñó mi abuela Julietta- Se acercó a mí y tomó las manos en las que tenía la taza, para luego moverla lentamente y acercarla hacia mi nariz.

-Huele- Me dijo.

Le hice caso y aspire el olor que desprendía la taza. El olor del café con leche fue lo primero que capté y luego lentamente, como si estuviesen escondidas y no quisieran salir, percibí el característico olor de la vainilla y canela combinadas junto con el agradable olor del café.

En mi mente siempre había pensado en el café como algo aburrido y monótono. Que lo toman todas las personas ajetreadas de trabajo para tener algo en su estómago, y que a los niños les combinan con leche para hacerlo un sabor más agradable, por mi cabeza no cruzó combinarlo con otras cosas aparte de la leche y realmente sabía muy bien.

-Creo que seré yo quien te lleve a mi casa para abusar de tu habilidad de hacer café- Dejé la taza en la mesa y me acerqué a ella lentamente, arrastrándome por el sillón. A cada paso que yo daba, ella retrocedía hasta que chocó con el reposabrazos del sillón y no tuvo más escapatoria pero en último momento salió corriendo hacia la cocina y yo la seguí.

No te escaparás de mí.

Ella cruzó toda la cocina conmigo siguiéndole los talones, y cuando casi la atrapé ella abrió una puerta que yo no había visto y salió a no sé dónde.

Cuando crucé la puerta, vi que llevaba a un patio trasero, pero ella no se encontraba allí. Mire detenidamente todo a mí alrededor y luego detecté otra puerta que se encontraba semiabierta, y por la que ella debió haber salido.

Corrí hacia allí y pude ver que ésta, increíblemente, llevaba hacia la calle.

Es como un laberinto.

Amelia nuevamente entró a la casa y yo aceleré para poder alcanzarla, dimos varias vueltas alrededor del sofá y en un momento ella tropezó con una de las bolsas que se había caído del sofá, cayendo al suelo de manera abrupta.

-¡AMELIA!- Me acerqué a donde estaba y me arrodillé a su lado.

-¿Estas bien?- Escuchaba unos pequeños gemidos de su parte mientras veía que se tomaba el pie derecho con la mano.

-Me duele- Me dijo al mismo tiempo que levantaba su mirada y yo podía observar que sus ojos estaban acuosos.

-No te preocupes. ¿Tienes un botiquín?- La tomé en mis brazos y la levanté cuidadosamente del suelo.

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora