15. Niñeros

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Thomas' POV

Me encontraba en la librería ayudando a mi abuela, mi madre se encontraba unos metros más alejada de mí acomodando algunos libros entre todas las estanterías de romance. Mi abuela, como siempre, se encontraba en su oficina trabajando mientras yo me encargaba de atender a los clientes y de la caja. Todo muy fácil.

Pero me parecía realmente aburrido, monótono y sin vida por una simple y sencilla razón.

Amelia no estaba para divertirme.

Ya habían pasado tres días desde que ella no venía por tener su pie aun hinchado, y aunque iba mejorando de manera considerable gracias a los cuidados que le daba su madre, aun no era momento de que ella volviese a trabajar de manera seguida.

Mi abuela lo entendió perfectamente, y se negó a bajarle el sueldo por faltar esos días. Realmente le tenía mucho aprecio.

Yo sabía que era porque mi abuela siempre quiso tener una nieta, pero con los acontecimientos de mi padre eso no se pudo dar. Yo también me emocioné con la idea de una hermanita cuando tenía cuatro años, y de hecho eso sucedió.

Mi madre estaba embarazada cuando mi padre murió. Y aunque fué un golpe muy duro para mi madre, ella se obligó a seguir adelante por el bien de su hija, cuido arduamente su embarazo evitando todo tipo de esfuerzos y complicaciones hasta el día del parto.

Pero al momento en que mi madre preguntó por su hija, ya nacida, nadie supo que responder. Todos iban y venían de un lado para el otro porque, de hecho, había otro parto en la sala y estaban teniendo muchas complicaciones. Cuando todo pasó, le dieron a mi madre una noticia que nos devasto más de lo que estábamos.

La bebé había muerto.

Inexplicablemente, luego de nacer se había complicado su ritmo cardiaco y sus pulmones comenzaron a perder oxígeno, hasta que inevitable que ella muriera.

Pero mi madre no creía que eso hubiese sucedido, porque ella era gineco obstetra y sabía que si la bebé estuvo bien durante todo el parto, y nació sana, no tenía porque tener dificultades de ningún tipo luego de haber pasado la parte más difícil que era la salida del bebé al exterior.

Aun así, nadie le hizo caso y todos le confirmaron que su hija no pudo resistir muchos minutos en este mundo. Cruelmente la ignoraron y no pudimos hacer nada más que caer otra ve en una profunda tristeza.

Mi madre sabía que si ella estaba mal, yo inevitablemente me vería afectado por su estado de ánimo. Aun siendo muy pequeño entendía que mi madre estaba sufriendo y me daba tristeza que ella se encontrara así, me ponía a llorar con ella hasta que los dos nos quedábamos dormidos y luego al día siguiente nos levantábamos con un inmenso dolor de cabeza a causa del esfuerzo.

Ya no podíamos seguir así, era muy difícil para nosotros vivir en esa burbuja de melancolía y dolor que nos consumía enteros. Decidimos mudarnos con mis abuelos por un tiempo.

Ellos supieron cómo sacarnos del hoyo en el que habíamos caído y que nos costaba tanto superar. Nos estuvieron ayudando durante más de un año, pacientemente haciendo que viésemos los acontecimientos como algo que nos ayudaría a ser más fuerte y no mirarlos con dolor.

Funcionó. Porque gracias a eso, es que hoy podemos ver hacia atrás y recordar los buenos momentos en vez del dolor que aún nos causa.

Ahora decidimos que era momento de continuar. Ya yo soy un hombre maduro y entiendo que mi madre tiene la necesidad de sentir amor de parte de un hombre, porque aunque yo la ame con toda mi alma, no es el mismo amor que se siente hacia los hijos que hacia las parejas.

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora