14. No es mi culpa

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Amelia's POV

-Mamá puedes irte a tu cuarto a descansar- Volví a repetir para aclararle a ella que su presencia ya no era requerida en la sala y para que Thomas quitara de su cabeza los pensamientos de que yo quería abusar de él.

-Pero si no estoy nada cansada Amelia- Su sonrisa aún estaba en la cara, por lo que sabía que estaba planeando algo dentro de su cabeza.

-Aunque no lo estés, necesitas recostarte unos momentos- Mi voz ya sonaba un poco exasperada por la terquedad de mi madre.

-Yo me iré a la cocina- Dicho esto, desapareció por el pasillo.

Al menos dejo de acosarnos.

Lo que quería decir que podría concentrarme completamente en el personaje que tenía justo delante de mí, con cara de felicidad y con un regalo entre las manos esperando ser abierto por mí.

-Creo que será mejor que te sientes- Le dije a Thomas y me hice a un lado con las muletas para que el pudiese pasar cómodamente.

-Pero antes, ayúdame a quitar estas bolsas que me están incomodando arriba en el sofá y colócalas a un lado en el suelo. Por favor- Dicho esto, el hizo lo que le pedí y con un solo movimiento, la mayoría de las bolsas se encontraron en el suelo.

Después de desocupar el sofá, acomodó los cojines para luego sentarse a mi lado. No tan lejos, pero tampoco tan cerca.

-¿Qué haces aquí?- Esta bien, lo reconozco, eso no sonó tan bonito como yo esperé que sonara en mi mente.

Más bien sonó tosco y un poco recriminatorio para la intención que yo tenía planeada.

-Quiero decir... ¿No deberías estar ya en la librería?- Esto lo dije con un tono más bajo para que supiera que no estaba recriminando para nada que estuviese aquí en mi casa.

-Quería saber cómo te encuentras- Colocó una cara de perrito remojado a la cual no me pude resistir por la ternura que causo dentro de mí.

Es que ¿Quién no se derretiría?

Ya estaba recibiendo más atención de su parte de la que merecía, o de la que debería darle a una desconocida a la cual conoce hace poco tiempo. Ayer aparte de ayudarme con las bolsas y traerme a casa, se quedó curando mi pie y tuvo que aguantarse que yo me durmiera sin ni siquiera esperar que él se fuese.

Aparte venia hoy, cuando tenía que trabajar, y me traía un presente para ver cómo me encontraba.

Y yo que pensé que no quería verme por haberme dormido.

-Me encuentro bien- Sonreí.- Es decir, yo me encuentro bien, pero no puedo decir lo mismo de mi pie.- Señalé a lo que, hasta hace dos días, podía llamar pie.

-Como podrás ver, no se parece en nada a mi lindo pie. Ahora parece más bien una pelota de volleyball, de color morado verdoso- Subí mi pie al sillón, pero me arrepentí al instante porque el dolor que me dio al afincarlo no fue de este mundo.

-¡Augh!- Se me escapó un alarido de dolor. – Y aparte duele mucho más de lo que dolía ayer.

Pude ver que su cara se puso un poco triste y eso me desconcertó.

-¿Qué pasa Thomas?- El levantó su cara al escuchar que lo nombre. Lentamente se acercó hacia mí, quitando los cojines que había en el camino y colocando uno en sus piernas, para luego tomar mi pie y colocarlo con sumo cuidado allí.

-No era mi intención hacer que resbalaras ayer cuando estábamos corriendo- Otra vez el tono de culpabilidad estaba plasmado en sus palabras y en su mirada estaba claro el arrepentimiento que tenía.

AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora