Gilbert Blythe, conocido en todo el país, hijo del famoso John Blythe creador de Blythe's Entertainment, y gran mujeriego en su instituto.
Ese chico que ha roto más corazones que platos, siempre ha sido arrogante y geocéntrico hasta que una pelirroj...
No podía parar de comerme las uñas, o tirarme del pelo, o cerrar los ojos, o hacer todo lo que pudiese para mantenerme despierta.
La mirada de Gilbert seguía clavada en mi retina como si ahora mismo me la estuviese dando.
« Cabe aclarar que son las 3 am y estás en tu cuarto, a menos que Gilbert sea un espíritu, siento decirte que tengo que tachar esa opción »
Ignoré el comentario de mi consciencia y me levanté. No se por que, pero lo hice. Salí al balcón. Aún había clima de verano en Toronto. Miré toda la ciudad, era todo muy decorado, y daba un toque urbano muy lindo.
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Era relajante, más de lo que pudiese creer. Las calles eran silenciosas, no como en otros lugares donde la gente hacía barullo. Se sentía como si el mundo fuese mío.
Sentí una presencia a mi lado, y cuando me giré pude distinguir la cabellera azabache de mi ex novio.
Mantenía la mirada fija en un edificio de cristales opacos, bastante resplandeciente. Me fijé en la placa de este.
Toronto General Hospital.
Lo miraba con admiración, y no pude evitar sonreir al recordar que el me miraba así cuando hablaba de lo mucho que quería trabajar allí.
Me sentí orgullosa al recordar como lo animé durante meses para que se inscribiera en medicina, y cumpliese su sueño de verdad.
Miré su perfil. En el poco tiempo que no nos vimos, Gilbert había cambiado de la adolescencia a la juventud en una abrir y cerrar de ojos.
Su mentón y mandíbula eran marcadas. Su pelo había crecido dejando ver más rizos saliendo de este. Sus cejas eran un poquito más pobladas, y se podía distinguir algo de barba en su perilla.
Como si lo hubiese llamado a gritos, sus ojos conectaron con los míos. Y aun que mi sentido común me pedía que saliera de esa vergonzosa situación, algo en mi gritaba que manteniese la mirada.
—Hola.—Dijo somnoliento, con la voz bastante ronca. Se acercó al cristal que se paraba nuestros balcones.
—Hola.—Dije soltando un gallo que le sacó una risa, y siento decir que fue demasiado sexy.
« Deja a Roy, te lo suplico »
Volteé los ojos internamente y lo miré sonriente,—No te estaba espiando, que conste.
—Ajà...—Dijo haciéndose el gracioso,—Omitiré la parte en la que me confiesas que tienes una obsesión conmigo.
Yo suelta una risa nerviosa, dándole un leve golpe en el codo. Pero mi mala aura volvió con negatividad,—Oye... Hoy pegaste a mi novio.