S T O R M | ❝Deja de buscar los monstruos debajo de la cama. Ellos están en el espejo.❞
¿Qué pensarías si te digo que el fin del mundo será en diez días?
¿Tratarías de evitarlo?
Seguramente habrías hecho todo lo contrario a lo que yo hice.
Y es qu...
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CAP Í T U L O D E D I C A D O A: SofiHolland_06
20 Noviembre 1963, Dallas - Texas. 19:18 p.m.
Número Cinco aparcó el auto en frente del gran edificio en el que Sir Reginald los había citado para discutir ciertos asuntos. Suspiró sonoramente con una sensación amarga en la garganta y los nervios a flor de piel por dos simples razones.
1. Iba a hablar con su padre después de cuarenta y cinco años. 2. Esta era su última oportunidad de encontrar como detener el apocalipsis que destruiría de nuevo a su familia, y con ella a cierta castaña que había comenzado a causar estragos en su cabeza.
Miró a Jude a su derecha, que se encontraba con el rostro oculto entre las palmas de sus manos tratando así de atajar el dolor que se sentía como si alguien le hubiera martillado repetidas veces el cráneo.
El de ojos esmeraldas soltó una pequeña risa sin gracia e hizo una mueca desviando la mirada hacia el frente.
—Te ves terrible —soltó rompiendo el silencio.
Jude levantó la cabeza y lo miró con el ceño fruncido, ligeramente ofendida ante sus palabras. —¿Acaso no te gusta mi cabello? —ironizó ella consiguiendo que Cinco rodara los ojos.
—Sabes que no me refiero a eso, no me resulta muy agradable ver como sufres —admitió relajado sus hombros y dándole una mirada fugaz.
Jude lo contempló con sus grandes ojos cafés apreciando el momento exacto en el que el rostro de número Cinco volvía a tensarse por completo.
—Andando, papá espera por nosotros —continuó con dureza saliendo del auto y dando un gran portazo causando un dolor agudo en la cabeza de la castaña.
—Creo que voy a morir —se quejó sonoramente apretando los ojos.
—Primero hablemos con el viejo, luego te dejaré morir en paz —le dijo Cinco con una sonrisa sarcástica asomando su cabeza por la ventana del auto.
Jude no se percató del momento en el que Cinco se había teletransportado del otro lado del auto hasta que éste abrió su puerta y extendió su mano en su dirección para ayudarla a bajar.
Su mirada cayó primeramente en la mano ofrecida por Cinco y luego viajó hasta su rostro encontrándose con un ceño ligeramente fruncido y una fina línea formada por sus labios apretados bastante propia de él. Pero luego de unos segundos sus ojos chocaron los el verde esmeralda de los de él, que cautivándola completamente como sólo él lograba hacerlo la desconectaron de todo lo que sucedía a su alrededor.
Esos ojos hipnotizantes que le provocaron una corriente eléctrica que recorría desde la punta de sus dedos hasta lo más profundo de su ser cuando posó con suavidad la palma de su mano sobre la de Cinco aceptando su ayuda.
