¹⁵

385 45 18
                                    

—Pero esto es un desastre —comenta Yeonjun mientras recorre hasta los mínimos rincones de la casa—. ¿Acaso pasó un huracán por aquí y no lo supimos?

—Bueno, como verás, son bastante desordenados.

—Al parecer sólo la cocina está limpia —camina hacia el lugar mencionado, donde extrañamente no hay ningún plato fuera. Y en serio, no hay ninguno, ni en la alacena—. ¿Se llevaron la vajilla?

—No es posible —frunzo el ceño—. Ni siquiera se les pasaría por la cabeza la idea de dejar limpiando antes de irse. Posiblemente... —abro la puerta del refrigerador. Y si, como lo sospechaba.

Tal cual las ardillas de la película metieron todos los trastes sucios en cada orificio posible, convirtiéndolo en una completa hecatombe.

Y por alguna razón —no, realmente si tengo razones— los ojos me pican. Ya no quiero ver esto. Es como la frase: "no espero nada de ustedes y aun así me decepcionan".

—¿Estás bien? —Creo que el tiempo se paralizó solo para mí y me quedé como poseída mirando el siniestro congelador.

Asiento, a la vez que volteo a verlo.

—Tus ojos... —se acerca repentinamente— están rojitos. ¿Fue la cebolla?

—¿Qué?

—Esa cebolla —señala al vegetal que se encuentra aplastado entre los demás alimentos.

Río sin ganas.

—No, Yeonjun.

Nos quedamos observando el gran cubículo gris, hasta que toca suavemente mis hombros.

—¿Qué te parece si yo me encargo de la cocina y tú barres la sala? —propone con los ojos brillantes, y sin poder negarme, asiento.

Recorro con la vista por última vez y salgo, luego de ver como mi responsable inquilino se quita el saco del uniforme y lo deja colgando en una silla.

Coloco la primera playlist que me aparece en YouTube y luego de saltarme los desagradables anuncios, y también el saco del uniforme, dejo que se reproduzca a placer.

Es hasta que Fix you de Coldplay suena, que me digno a pensar en la engorrosa situación en la que me encontraba como para meter en mi casa al primer extraño que se me apareciera. Recuerdo que siempre me negaba a la idea de que mi casa fuera un lugar inhóspito, porque según yo, vivir sola era lo máximo. Pero ahora caigo en cuenta de que realmente mi pequeña morada era una inmensa basura hospitalizando a otra.

—¿Ya terminaste? —Mi actual rubio favorito sale con un pañuelo en la frente, pasándoselo por el resto de la cara.

—¿Sabías que esos se utilizan para limpiar la cocina? —me burlo señalando la franela blanca que coloca ahora sobre su cabeza.

—Lo sé, pero el calor adentro es sofocante. ¿No te molesta o sí?

—Para nada —termino por poner el último cojín en el sillón.

Pudo parecer que me tardé un montón —y así fue— pero la causa principal es que esto no parecía una sala, parecía un closet con ropa esparcida por todas partes, y el retrete, se asemejaba al de un baño público.

—Un momento —se tensa entrecerrando los ojos y mirando algo detrás de mí—. No te muevas.

Lo primero que se me ocurre es que mi enemiga mortal, conocida universalmente como "La Rata", haya regresado de la muerte.

—¿Qué pasa? —susurro encogiéndome automáticamente en mi sitio.

—Tu... —señala horrorizado con su índice, algo que para mí significa peligro por la espalda— caíste.

¿Qué?

Aplaudiendo, suelta esa estruendosa risa que lo caracteriza. Ok, estoy demasiado consciente de que acaba de burlarse de mí.

—Te vas a arrepentir, Choi. Jamás juegues con una mujer de la dinastía Ahn.

—¿Qué harás? —La mirada atrevida que me obsequia, me demuestra la confianza que ha llegado a tenerme en poco tiempo. Y la que me demuestra que también ha crecido. Ese niño asustadizo se ve más maduro cada día.

—Nada —ruedo los ojos—. Solo mantén las orejas bien paradas y los ojos bien abiertos.

Subo las gradas una a una, a la vez que volteo en ocasiones con los ojos entrecerrados al gran actor. Debo pensar rápido en una idea fugaz.

Y qué mejor que mi pequeña barredora —como la llamo—. Corro al cuarto donde almaceno objetos de limpieza y busco el diminuto electrodoméstico entre las bolsas que sirven para desechar. Ya no sirve para aspirar la basura, pero todavía camina.

—¿Ahn Ji? —escucho su voz desde el primer piso, aguanto una risa y regreso como si nada hubiera pasado.

—¿Qué?

—¿Crees que tus amigos vengan?

—¿Míos? Creí que Soobin era tu amigo también. ¿Acaso no? ¿Te hizo algo? —pregunto en tono burlesco.

—Soobin es mi amigo, pero fue Dalyn quien dijo que vendría y ella no es mi amiga —esboza un mohín de desagrado.

—Estoy segura de que todos vendrán —finalizo, encaminándome a la cocina para dejar al amigo que deambule por el piso—. ¿Has visto los cereales? —grito desde adentro.

—¡No!

—¿Podrías buscarlos? —pido saliendo inocentemente con una cajita de leche.

—Claro —se levanta de inmediato. Una sonrisa maliciosa se forma en mi rostro al mismo tiempo.

Entonces, comienzo a contar. No tardará mucho en darse cuenta, y solo aquí sabré qué tan ingenuo es hasta que...

—¡Ahn Jiwoo!

Excelente.

Volteo, pero mis pies me engañan al momento de querer moverme, siendo atropellada por su envidiable figura. Cierro los ojos con fuerza al sentir el gran golpe que mi espalda recibe al hacer contacto con el frío y duro suelo.

Separo mis pestañas lentamente, divisando su flequillo alborotado y sus labios entreabiertos. Siento una mano descarada sobre mi cintura y la otra inconsciente en mi pierna izquierda.

El maldito tiempo se hace eterno esta vez y ninguno tiene intención de levantarse. Ni siquiera él.

—¡Llegamos!

Está bien. Todo bien. Cualquiera que entrara a mi casa justamente ahora, pensaría lo incorrecto al ver semejante escena.

Una persona encima de otra, uniformes desarreglados, una falda levantada, indicando más de lo que debe, y leche derramada —aseguro, la caja se rompió al hacer presión antes de caernos.

Aunque, lo más importante ahora es: ¡¿quién demonios dejó la puerta abierta?!

Aunque, lo más importante ahora es: ¡¿quién demonios dejó la puerta abierta?!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Halooooo. ¿Sabían que...?
Antes pensaba que el suero (aquí se llama pedialite) servia para limpiar pisos.

Y a los 18 años, me enteré por dónde salen los huevos de las gallinas 😳.


¿Tienen algo vergonzoso que contar?

Pαrιsh Pυmρ ≫ C.Ψ.JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora