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A Dalyn le faltaban manos disponibles cuando de tocar se trataba.

Sentada en el sillón, con la falda más arriba de lo normal y las piernas cruzadas, mientras "inspecciona" a Yeonjun. Ésta hace que él posicione sus manos casi llegando a los muslos ajenos. Aunque las quita siempre que tiene oportunidad.

—Dalyn, ofrécenos agua al menos —ruega Haeun, moviéndose en su sitio y abanicando con una mano su rostro.

—¿Quieren agua?

—Agua, jugo, refresco, soda, lo que sea —contesta Wookjin.

—Ok... Yeonjun, ¿vienes conmigo? —jala de manera improvista la camisa del menor, haciendo que éste salte un poco. Haeun le lanza una almohada.

—¡Déjalo ya!

Desde que llegamos no ha hecho más que arrastrarlo al mínimo rincón de su casa. Si no fuera porque Wookjin estuvo en el baño de su habitación y salió a espantarlos, no sabemos lo que hubiese ocurrido.

De mala gana y bufando, la pelirroja camina hacia la cocina, mientras que Yeonjun, con una expresión de pánico, corre a sentarse a mi lado.

—Vámonos —pide juntando las manos. Observo a las chicas esperando una respuesta.

—Ahn, falta poco, pero lo terminaremos nosotras, solo váyanse o Dalyn terminará comiéndoselo.

—Gracias, Eun —cuelgo mi mochila. Yeon hace lo mismo con la suya—. Adiós —susurro. El peli azul hace una gran reverencia y salimos despacio.

Una vez fuera, el joven de cabellos un poco alborotados por el jugueteo de Dalyn, recupera el aire, dando un gran respiro. Mi instinto también se siente liberado del sofocante personaje rojo de esa casa.

—No me vuelvas a traer.

—Tú quisiste venir, no me culpes.

—De todas formas. No lo permitas de nuevo —esboza mi inquilino un mohín de desagrado—. Además ni siquiera nos dio de comer.

—¿Tienes hambre? —Él asiente—. Vamos a cocinar algo que te guste.

—Quiero carne.

Directo y sinvergüenza como siempre. Me agrada.

 Me agrada

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—Espera... ¿Te subiste al cerdo? ¿Es en serio?

—Se veía divertido y lo quise intentar.

Río golpeando la almohada que yace sobre mis piernas. No sé si me causa más gracia la forma en que lo dice o lo que hizo.

—No te rías. Me raspé las rodillas y los brazos. Dolió mucho.

Terminamos de comer y decidimos charlar acerca de cualquier cosa; como anécdotas. Y para empezar, ésta fue muy buena.

—¿Te ha pasado algo gracioso?

—Ahora que lo dices... cuando intenté hacer ramen por primera vez, metí el envase en el microondas y un vaso de agua aparte. Ni siquiera sé cómo se iba a cocinar, sólo lo hice.

Pαrιsh Pυmρ ≫ C.Ψ.JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora