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—Siempre tuve la curiosidad de cómo sería este momento. No te mentiré, no lo imaginé contigo ni aquí, pero tuve la curiosidad.

—Tonto —jadeo moviéndome todavía en su regazo. Se siente demasiado bien como para dejarlo por esta noche. Oigo un gemido de regreso y ambos reímos. Sostiene mi cintura con firmeza, pero a la misma vez es delicado, haciendo difícil para mí que quiera terminar.

—Mañana cuando nos vayamos, prometo que te ayudaré con lo que hablamos antes de venir aquí. Lo recuerdas, ¿verdad?

—No me apetece pensar en eso ahora.

Lo que más deseé en estas vacaciones era olvidarme de la escuela, amigas, familia, problemas, en resumen, y lo que ocurre ahora mismo se convierte en la cerecita que le hacía falta a mis dulces momentos lejos de casa —sin contar con cierto individuo de personalidad cuestionable, claro está—, en lo que no sabía que necesitaba para empezar a vivir nuevamente sin aquellas preocupaciones que tanto me atormentaron estos últimos años. Yeonjun, en todas sus formas era sanador. Más cuando no tenía la ropa puesta.

—¿Sabes que sería una buena idea irnos antes de que mi madre llegue? Le podría dejar una carta nada más.

—¿Quieres irte ahora?

—Ahora no. Estoy calientito —asiento besando sus mejillas—. Apenas salga el sol. ¿Quieres quedarte hasta entonces?

—Pues no planeaba irme, yo también estoy calientita.

La noche por suerte parece tornarse larga. Como si los segundos esta vez se hubieran convertido en minutos. Me encantaba que, en medio de ese silencio, lo único que se escuchara fueran sus quejidos fuera de sincronización con los míos. Me encantaba que estuviera completamente expuesto a mí, así como que solo él pudiera verme. Siempre he creído que la desnudez es mi estado más vulnerable, pero también el que más me gusta. Con él, incluso si las cobijas salieron volando por segunda vez como nuestra ropa, me siento abrigada, sin miedo a perder la cordura, sin miedo a perderme.

—Jiwoo-

La habitación entra en relajo otra vez y al parecer en esta ocasión a alguien se le olvidó colocarse un preservativo, por esa razón, tuvo que terminar afuera. Las preguntas con respecto a mi cuidado no tardan en llegar y por consiguiente yo me encuentro siendo interrogada. Supongo que la segunda parte de mi historia tiene que continuar y con eso dejo al chico más tranquilo.

—Mi mamá sugirió colocarme un implante anticonceptivo después del incidente que te conté. Tengo uno en el brazo por si no te diste cuenta.

Y ahí termina la investigación. Lo veo culpable minutos más tarde, así que, lo abrazo. Sus reconfortantes músculos tocan mi piel enseguida y cuando parece que podemos tener una tercera ronda por lo caliente de la situación, se aleja de mí para darme un beso en la frente y hablar:

—Si tal vez mañana sucede algo, quiero que sepas que en serio me has llegado no sólo a gustar, me atrevo a decir que estoy enamorado. Te amo, Jiwoo. Lo siento si no puedo ser suficiente o si llego a fallarte, sólo ten en claro que jamás te haría daño por mi cuenta y que, mientras esté a tu lado, haré todo lo posible por protegerte.

—¿Te estás despidiendo? ¿Acaso te vas a morir?

—No, bonita. Espero que no.

—¿Has visto mis zapatos? Creo que los dejé

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—¿Has visto mis zapatos? Creo que los dejé...

—Sí, en mi habitación —alzo la mirada de a poco hacia aquel par que sostiene Yeonjun con una mano, percibiendo en la otra algo que, por supuesto, me pertenece y que debí dejar al salir de su habitación para cambiarme—. También te olvidaste esto. Qué despistada.

—Dámelo. Eso es privado.

—Ujum. Ayer no lo fue.

Yeonjun deja caer los zapatos al suelo, pero levanta mis bragas para que no pueda alcanzarlas. Él se ríe de mi cuando no consigo saltar más para atraparlas y yo me rio de él cuando casi se resbala. Nuestro raro pero agradable momento se termina cuando escuchamos la puerta principal abrirse. El peli azul rápidamente esconde mis pertenencias detrás de su espalda y nos quedamos quietos esperando a que la señora Lee entre.

Plan fallido.

—¡Ya volví! ¿Yeonjun? ¿Dónde estás...? Ah, aquí estaban, los dos. ¿Acaso se van ya? —pregunta una vez ha entrado y observando las maletas que se encuentran en medio de la habitación—. Pensé que se quedarían otro día más.

—Debemos alistar lo que necesitaremos para el lunes. Es un poco tedioso hacerlo el día anterior.

—Además, tendremos tiempo para descansar —agrega Yeonjun a mi respuesta—. Ya sabes. El viaje usualmente deja a la gente fatigada.

—Quiero hablar contigo, ven a la cocina.

Exitosamente ignorado.

Esto es por lo que no podemos quedarnos ni siquiera unas horas más. El humor de la fémina en serio es feo. Tengo tiempo únicamente para desearle fuerzas telepáticas y quitarle mis bragas en lo que se anima por ir tras su madre. Procedo a guardar las últimas prendas que encuentro en el cuarto y así finalizo con mi equipaje. Lastimosamente, incluso después de buscar en cada rincón para no olvidar nada y darle diez vueltas a la maleta, no logro sentirme tranquila.

Su expresión al volver no es buena. Me acerco a indagar si todo estará bien, pero no recibo una respuesta. Lee ingresa por segunda ocasión a la alcoba donde yo me hospedo, y creo que debo despedirme, aunque hubiera preferido que nos fuéramos antes de que llegara porque su aspecto me dice que en algún momento va a soltar a los perros para mordernos. Dato curioso, no tiene perros, por lo que, es más seguro que nos haría perseguir por los coyotes, los cuales tampoco tiene, pero en este pueblo todo es posible.

—Muchas gracias, señora Lee. Siempre que pueda vendré a visitarla. Y por Yeonjun, por favor, no se preocupe. Él estará bien, me aseguraré de que siga las materias como hasta ahora y que-

—De nada. Te agradezco también por haberlo traído. Ahora, será mejor que alcances el tren de las dos porque después no encontrarás uno.

—Ah, sí. Lo entiendo, muchas gracias. Eh... ¿te despediste ya? Debemos irnos.

Llevo las maletas a la salida sin percibir que el peli azul me siga. Volteo para repetirlo, siendo Lee quien se cruza en el corto camino que queda hacia él y me impide verlo.

—No, Jiwoo. Él no lo hará.

—¿Disculpe?

—Yeonjun no irá a ninguna parte.

—¿Qué?

—De hecho, quizá tú tampoco debas irte.

—Lo siento, Jiwoo.

Tras oír por última vez la voz de Yeonjun, mis ojos se nublan. Intento quitar el pañuelo de mi rostro, pero no lo consigo. Mi cuerpo se adormece y caigo en los brazos de alguien, alguien a quien ahora mismo no puedo distinguir.

 Mi cuerpo se adormece y caigo en los brazos de alguien, alguien a quien ahora mismo no puedo distinguir

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Pαrιsh Pυmρ ≫ C.Ψ.JDonde viven las historias. Descúbrelo ahora