Heridas que curar

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"No sé qué hacer, de seguro Tackey  me odiara cuando vea que no puedo ayudarlo con Aiko, pero es que no la conozco… yo y mi bocota. Mmm… veamos ¿a quién puedo preguntarle sobre ella? ¿Mamoru? No ese chico me da mala espina, después de que alguien te diga “¿quieres tener un hijo conmigo?”, obviamente te va a dar mala espina, ¿Sekai? Mucho menos si no conozco a Aiko como voy a conocer a su hermana. ¿Qué voy a hacer?... ¡ya sé! Shippo, el podrá ayudarme, de todas maneras el pasa mucho tiempo en casa de Sango-sama de seguro que sabe todo acerca de Aiko. Mizuki, ¡eres toda una genio!". Pensó Mizuki mientras lavaba su blusa y atrapaba algunos peces, tenía mucha hambre.

En otro lado estaba un hanyou buscando una rosa, pero no cualquier rosa, la rosa más bella que puede haber; encontrar rosas no le resultaba difícil, ya que su particular y dulce aroma eran fácil de identificar con su muy desarrollado olfato, pero lo que resultaba ya algo más dificultoso era en hallar una rosa que realmente fuese hermosa. Al final después de casi una hora la encontró, se sentía realmente satisfecho y emprendió el viaje de regreso a la aldea. Cuando llegó allá busco el rastro de Kagome y lo siguió rápidamente, se encontró con ella que estaba en el pozo esperando que por arte de magia InuYasha llegara con su hija, lo cual no era así…

-Kagome- la llamó InuYasha y ella volteó

-InuYasha, hola- le sonrió- ¿y Mizuki?- le dijo al notar la ausencia de esta ultima

-Lo siento Kagome, pero no pude traerla- miró al suelo

-¿No la encontraste?- comenzando a entrar en pánico

-Tranquila Kagome, yo si la encontré, pero no puedo decirte en donde esta- su dijo serio mientras levantaba su mirada

-¿Por qué no? Soy su madre tengo todo el derecho de saber en dónde está- ya algo enojada

-Cálmate Kagome, ella está bien y me dijo que no te dijera nada de nada- volviendo a bajar su mirada

-¿Y le haces caso a una niña?- dijo incrédula- por más que recuerdo cuando yo tenía su edad nunca hacías caso a lo que yo te decía- reprochó pero con una sonrisa muy camuflada

-Eso era diferente Kagome- al decir eso Kagome lo observó confundida- a mí me gustaba verte enojar, no sé me parecías tan linda- sonrió al decir esas palabras

Kagome no había escuchado un cumplido semejante en años, aunque si los recibía de parte de varios compañeros del trabajo, pero a ninguno les daba mucha importancia, según ella no tenía tiempo para ese tipo de romances, porque su corazón ya le pertenecía a alguien más. Su corazón comenzó al latir rápidamente y sus mejillas tomaron un suave tono de rojo, es decir, estaba sonrojada

-Te sonrojaste- volvió a sonreír

-Eres un tonto, ves lo que provocas- haciendo pucheros

-Pero si te ves muy linda sonrojada- acercándose lentamente hasta donde se encontraba la azabache

-InuYasha debo irme, vendré por Mizuki mañana temprano- acercándose a los bordes del pozo

-Kagome antes de que te vayas quisiera darte esto- le extendió la rosa y ella la acepto

-¿Y esto por qué?- sonrió tímidamente

-Pues… cuando venía de vuelta a la aldea, la vi e inmediatamente pensé en ti una vez más… y a pesar de todo Kagome yo aún te amo- dijo de acuerdo al plan, pero con mucho más sentimiento

Sin duda el hanyou estaba rojo, nunca pensó que esas cosas salieran de su boca sin tartamudeos y sin dudas. Kagome por otra parte estaba inmensamente feliz por todas esas palabras que su amado le decía y lo que su corazón quería hacer era correr a sus brazos, abrazarlo con todas sus fuerzas, besarlo con mucha pasión y por ultimo decirle lo mucho que lo amaba… pero no lo hizo

Mizuki, la hija de InuYashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora