La piscina negra

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El Ora Índigo sopló su extraño polvo, pero Rhydian, solo sonrió, movió su mano como si hiciera un truco de magia y apareció un mini ventilador para alejar el polvo con gran facilidad —Vamos ¿No creerás que eres el primer Ora índigo que enfrento? —comentó riendo un poco —Creo que eres la cuarta, si —comenzó a recordar viendo como el Ora índigo mostraba sus dientes en una cara llena de ira —Si, claro, no más juegos. Dame el alma del señor Velázquez.

—No, le pertenece a mi amigo —respondió.

—Creo que el señor Velázquez no estaría de acuerdo — volvió a bromear —Vamos, dámela.

—Quítamela —lo retó antes de lanzarse ferozmente sobre él logrando rasguñarle la cara mientras intentan quitarle sus ojos. Rhydian, tratando de defenderse sin magia, optó por patear al Ora Índigo en el estómago usando su rodilla, logrando que la criatura dejara de toquetearle la cara, dandole oportunidad de quitársela de encima, alejarse un poco y pensar en algún buen truco que sirviera contra la enojada criatura — Do you know what you Wish —canturreó la criatura mientras se ponía de pie lentamente tratando de asustar a Rhydian.

—Ok, hagámoslo a la antigua —comentó antes de hacer aparecer una espada en sus manos, era la espada de Nokrda, una magia espada que era capaz de bloquear la magia de cualquier criatura con solo hacerle un rasguño.

—No eres capaz de lastimarme —lo amenazó antes de volver a lanzarse sobre él sin darle oportunidad de reaccionar correctamente.



Mientras tanto, en el reino de las pesadillas.

Oliver se encontraba en los pasillos de la escuela primaria tratando de no hablar con nadie, y pelllizcandose una y mil veces tratando de despertarse.

—Oliver, tienes que venir a ver esto —apareció de repente un niño de cabello negro y el uniforme completamente desarreglado.

—¿Diego? —lo nombró al reconocerlo.

—Solo ven —insistió el niño tomando fuertemente el brazo del pequeño Oliver para comenzar a jalarlo hasta un salón repleto de niños que reían.

—Escuchen esto. "Karina Ramirez es la chica de las mil mochilas, cada día trae una diferente... siempre veo como los demás le ensucian cada una de ellas, de hecho vi a Emiliano ponerle al sapo de la maestra en ella, y creo que fue un error, porque Karina no ha vendido en semanas desde entonces, supongo que es alérgica a los sapos" —leyó de manera lenta una chiquilla peinada con coletas provocando que todos rieran como locos.

—¿De que demonios se rien? Eso era algo serio, si era alérgica —comentó Oliver algo molesto.

—Esperen, hay más "David Ornelas siempre se hace del baño en los pantalones, su olor siempre me... me impregta... No, me impregna cuando pasa, ya que me siento al lado suyo, le prometí que guardaría su secreto, y ya que esta es la única manera en la que puedo mantener el secreto sin sentirme culpable lo escribiré aquí... David aun usa pañales" —terminó la niña volviendo a hacer reír a todos, menos claro al joven David quien de inmediato se fue corriendo, despertando un sentimiento de culpa en Oliver, quien, por ese pequeño instante olvido que todo se trataba de un sueño.

—Dame mi libreta, Amanda —le ordenó Oliver a la niña de las coletas de manera grosera.

—¿Ay, es tu libreta? No lo noté, no tiene tu nombre —dijo de forma presumida buscándolo.

—Si lo tiene, en la parte de atrás —dijo el pequeño Oliver con enojo tratando de tomarla, pero la niña simplemente lo empujo para lograr alejarlo.

—¿Que se supone que eres? ¿Por qué escribir estas raras cosas en tu cuadernito?


—Me gusta saber el porqué de las cosas —respondió Oliver cruzando los brazos.

Rhydian y el ladrón de almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora