26. Un rencuentro para recordar

162 15 8
                                    

—Porque no toma el maldito teléfono —gritó Chris preocupado llegando de la empresa a la casa.

Marcó una y otra y otra vez y nada, el rubio no contestaba y el ojos grises se desesperada y ansioso continuaba.

—Ya coge el teléfono por el amor de Dios, se va a reventar de tanto que suena Eros.

—Es que no me tienes paciencia.

—ja, ja, ja.

—Ya voy, espera. Bueno —contestó.

—Eros Alexander Fernández se puede saber donde diablos usted esta metido, porque yo he tenido un día de perros y no he sabido de su paradero, sería tan amable de decirme si usted está en un hospital, porque pienso que pues, usted está malherido y quisiera visitarlo —discurso cual orador de banquetes, con un tono recto, enojado e indignado por la desaparición del ojos verdes.

—Primero que nada buenas noches. Nótese que yo estoy en cama, tengo una pierna inmovilizada debido al yeso que que tengo, si detuvo al culpable felicidades, si no fuera por Julio estaría peor o muerto quizás no cree, con esa mujer todo es posible. Dígame ahora que se le ofrece aparte de saber mi ubicación —enunció con un tono sarcástico e irritante.

Aquellas líneas parecían una discusión hecha con palabras más educadas, un pleito de la alta sociedad, se podría decir ambos yendo directo al grano como palabras sutiles.

Aunque Julio pareció no comprender, no hizo más que aguantar la risa al ver el modo en que su amigo decía aquellas frases.

—¿De quien es la voz que escucho? ¿Acaso no me dirás la dirección? —insinuó el mayor con celos injustificados.

—Estoy en el hospital Dr. Teófilo Corgon, habitación 210, pregunta por mi en la recepción si es que quieres saber de tu amado. Buenas noches —enunció así colgando el teléfono dejando al hombre con más ingconitas que las que tenía en un principio.

—¿Qué clase de cosas has hecho en estos últimos días hombre?

—Sobrevivir y trabajar con un maníaco posesivo amante a mi trasero.

—Triste tu caso. En fin, espero que te mejores,  comete la cena. No quiero estar aquí cuando venga el amado jefe tuyo para que me destruya con la mirada.

—¿Te vas a ir sin más? Vas a dejar a este paciente en el frío umbral de la muerte súbita.

—Lo de dramático nunca ha sido tu fuerte, no uses eso conmigo. Tengo a una mujer en cada esperándome —enunció antes de salir por la puerta.

Por otro lado, Cristopher luego de aquella llamada, se puse en camino al hospital. Pasados los minutos y el rubio en espera de su pareja falsa, se concentró en sus pensamientos pasados, como su hubiera regresado a los días en la universidad, cuando era liberal y espontáneo a todo, más alocado y menos productivo.

—Aquellos días... —enunció suspirando.

Al tocar la puerta una enfermera anuncia una visita muy desesperada y al ver las condiciones en que habían dejado a su amado quiso y pensó muchas cosas pero no hizo ninguna otra más que quedarse ahí con él, toda la noche, charlando de cualquier tontería para olvidar el desafortunado incidente.

Uno estaba dormido del agotamiento y el otro acarició la cabellera negra mientras lo miraba con ternura.

—Un buen idiota por querer proteger lo que amas, eso eres.

En vez de pasar la noche a merced de las enfermeras, Eros fue capaz de estar junto a la persona que apreciaba, por darle la oportunidad que nunca imaginó, y brindarle todo el apoyo y amor que jamás imaginó.

Pero el no podía corresponder a ello. Por mucho que intentara, amar o querer es algo complicado, como mucho lo consideró un hermano y su salvador de la quiebra y vivir en la calle. Pero esos besos y caricias solo eran objeto de la actuación y del fingir ante otros. No era real. Y no quería lastimar a la única persona que en mucho tiempo le había dado todo.

Los pensamientos del ojos verdes eran muchos, eran confusos. Estaba liado. Pero el sabía que ese amor tan desgarrador él no podía devolverlo. Lo recibió, pero no era simple hacer lo mismo.

—Es imposible para nosostros, entiende...

La mañana fue testigo de algo inesperado, dos almas en la cama de un hospital reposando hasta que la enfermera de turno fuera a monitorear al paciente en cuestión.

—Buenos días —enunció y el par se despertó. Uno en cama y otro en el sillón recostado del menor.

Dos almas que les costo y les cuesta amar. Una de ellas adora con locura la otra aprecia y agradece, aun no acepta muchas cosas y esta confundido con muchas otras.

Eros y Chris reflejan un amor, caprichoso, dulce, posesivo y confundido. Sus Cabezas son un desastre y la enfermera solo se burla de que sus cabelleras eran un desastre pero esa mañana algo en los dos cambió.

Un nuevo camino. Un nuevo sol. Un nuevo día inicio para los dos...

Fin.

Soy gay por tu culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora