23. Despertar y ser amado

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—¿Te sientes mejor?

Si, y ese era Christopher haciendo de las suyas, con un jugo y un emparedado listo para ser comido.

—Lo siento si te desperté, es solo que te ves hermoso, disculpa no estoy para coquetear, es solo para darte este desayuno, no es tan elegante pero pues por lo menos fácil de preparar y quería que comieras algo —enunció algo avergonzado y nervioso.

—Buendía.

—Ah si, buenos días, disculpa si habló mucho. Espero que te sientas mejor, pero aún te veo sonrojado.

—¿Porqué estas tan nervioso?

—¡Yo! No es solo que...pues te ves muy provocativo mejor me voy, come tu desayuno y ve a bañarte, yo estaré limpiando el desastre que deje, adiós —se despidió algo atareado, recordando que dejo la llave del agua abierta y que también a su visita, el rubio tenía solo una camisa blanca media puesta.

—¡Eso era lo que te tenía tan nervioso! —gritó el chico al darse cuenta de que solo tenía una camisa y su ropa interior dejando al descubierto su pecho desnudo.

Eros culminó la comida y luego de aquello (una media hora después) vió el desastre que figuró en la cocina y a un Cristopher limpiando dicho paisaje. Ya vestido con el mismo traje de la noche anterior, el menor tiene intenciones de irse para su apartamento, hasta que las manos del mayor se cruzan en su camino sin intenciones de dejarlo ir.

—Todavía estas sonrojado, tienes el efecto de esa droga en tí, no te puedes ir, puede ser peligroso.

—Tu eres peligroso también, quien sabe que cosas me harás si me quedo.

—Eros si te quisuera coger ya lo habria hecho hace tiempo, estoy preocupado por ti, quédate.

—No quiero.

Los berrinches hacían a Eros más adorable, el negarse a él era algo que le dolía, sin embargo por más que duela el rechazo, él lo amaba y no quería que una tragedia sucediera. Por lo tanto no lo dejó irse, por más que trato el rubio ojos verdes, no tuvo las fuerzas para oponerse y eso para el mayor fue muy favorable.

La mañana cesó y eso tuvo como resultado calor, razón por la cual cierto individuo se quitó la camisa dejando a su compañero asombrado.

Eran meses calurosos aquellos.

—¿Porqué te quitas la camisa?

—Tengo calor y todavía no termino con la cocina, por favor quédate. Deja de insistir salir, tus ojos no se quitan de la puerta. Rindete.

Por más que el ojos grises intento que él se quedará era inevitable. Aquel domingo pareció nunca acabar.

Uno de ellos era el vigía y otro el atrapado.

A pasar de estar sentado en la sala de estar, su mente aún estaba algo embriagada por aquella dosis que habia ingerido. Su juicio si que era estable, se mantuvo siempre, aun después de casi colapsar en la noche y querer ir hacia donde estaba Christopher, extrañamente se resistió a esos impulsos carnales y ahora mirando a su protector el calor invadió su cuerpo, aun estaba ahí ¿el medicamentos hizo su función? O eran los propios deseos de Eros el querer estar con Chris.

El verlo limpiar lo había excitado o eran los pensamientos de aquel día que recorrían su mente lo que hacían aquello.

Su mente y cuerpo estaban en armonía respecto a pensar en sexo en estos instantes.

¿Poque Eros resistía con tanto fervor?

Una y otra interrogante.

Y sin embargo el rubio ahí, viendo el cuerpo con unos kilos de más, pero en buena forma de su captor y desviando la mirada con rapidez cada vez que él lo miraba para evitar que se fuera.

Había mucha tensión entre ellos, era incómodo la mayor parte del tiempo pero ese domingo unos ojos verdes se concentraron nada más que en el cuerpo de su amante falso y sus mejillas no eran mentirosas, están rojas y ardían.

—¿Deseas comer algo? Es hora del almuerzo —Vió el reloj dictando la una de la tarde —Si quieres te preparó algo, unos vegetales o no sé tu dime —insistió avergonzado por su pobre conocimiento culinario.

—Yo... —Se quedó viendo fijamente los labios, luego bajo y bajo hasta su entrepierna, aun sonrojado y embobado —Por el momento quisiera comer otra cosa —dijo en voz alta.

—Si es lo que estas mirando creo que no va a ser posible conejito travieso —enunció yendo hasta donde él, fijando sus ojos en su mirada embriagada —Todavía estas bajo el hechizo del maldito ese, necesito que estés en tus facultades cariño —aviso para luego darle un suave y tierno beso en sus labios.

Pasaron dos minutos o quizás menos, y una bofetada se hizo presente. Eros estaba volviendo de sus sueños, sueños que tal vez se hagan realidad un día.

Su cuerpo esta dispuesto a probar pero su juicio no lo deja intentar. Su mente lo rige y su amante lo corrige.

Falsa relación, puro amor. Pareja dispareja, conflictos por resolver.

Eros dispuesto.

Christopher no le cree.

Un romance extraño, sin cabeza ni pies.

Soy gay por tu culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora