Capítulo 14

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Abuela ¿estás bien?

XIV

No aguante más y salte a sus brazos para darle un abrazo ──te extrañé──

Ella no duda ni un segundo cuando me rodea con sus brazos dándome un gran abrazo de oso, dándome esa calidez y paz que tanto necesitaba. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero me esfuerzo en retener, por más que sé que cuento con ella para todo, no es momento de echarle mis problemas a ella, no es su culpa.

Ella en este momento se deberá de sentir sola y no es justo que solo venga a contarle sobre mis pesares, así que con todas las fuerzas del mundo, decido retener mi dolor y ahogar todas esas lágrimas que amenazan con surcar mi cara.

──sigues siendo tan orgullosa y altanera como tu padre, no entiendo porque pelean tanto si son dos gotas de agua, son la representación del otro en su sexo opuesto, son tan iguales que ni lo notan.

──¿de qué hablas? creo que le diré a Claudia que la medicina que te da te está haciendo delirar── comenté mientras hacia el amago de soltarme, pero ella hace más fuerza con sus brazos impidiendo así mi huida.

──querida Sam, puede que ahora esté aquí encerrada bajo estas cuatro paredes, pero te conozco y sé que algo te tiene decaída, por más que le muestres al mundo lo valiente y rebelde que eres, para mí sigues siendo la tierna y dulce Sam, la niña que se emocionaba al escuchar la melodía del carro de helados, la que divagaba en el mundo de los colores y nadie era capaz de sacarte de allí, la única que podía ver la luz y el arte en la oscuridad...

De un momento a otros miles de recuerdos invadieron mi mente, haciendo que mi rostro se empapara de gruesas lagrimas cargadas de dolor y sufrimiento, aquel por el que tuve que pasar todos estos años, por el que múltiples de psicólogos intentaron tratar, pero el que ninguno pudo curar. Por culpa de mi padre caí en una depresión extrema, en donde mi cuarto era mi escudo, en ese entonces nadie podía entrar allí salvo ella. Salvo la única persona que me enseñó que el mundo tiene color y que por más oscuro que lo viera, tenía que recordar que la oscuridad necesitaba de la luz para ser oscuridad.

──ahora deja ese orgullo de lado y cuéntale a esta vieja anciana que es lo que pasa por tu mente y ese lugar al que llamas hogar── dice mientras se separa y limpia las lágrimas que vagan por mi cara ──dime que hizo ese inepto de mi hijo para dejarte así de destrozada; querida no te dejes vencer por comentarios o títulos que te da la gente por simples suposiciones que se crean, él puede ser tu papá, pero no tiene el derecho de tratarte así, ahora ve por Claudia y dile que nos traiga dos tazas de café, tenemos mucho de qué hablar y la tarde aún es joven──.

Ahora entienden la razón por la cual vine, ella tiene una dulce manera de hablar, de hacerte sentir que no hay problemas tan grandes, que todo se puede superar. Respiro hondo y decido irme en busca de Claudia, porque llevarle la contraria mi abuela es como pelear con una pared, no vas a conseguir nada, así que empiezo mi rumbo en busca de la enfermera para poder darle inicio a una larga conversación.

(...)

──recuerda que no puedes comer mucho azúcar, Sam debes de estar pendiente, sabes lo testaruda que puede llegar a ser.

──cálmate niña, que si me he de morir lo haré feliz── dice risueñamente mi abuela mientras coge una de las tazas que trajo Claudia.

──no seas necia, aun no es tu tiempo de partida, o me vas a decir que dejaras sola a Sam── dice Claudia en modo de reproche.

──sí, escúchala, recuerda que aún le puedes jalar de las orejas a papá, no vas a perder ese privilegio solo por tus caprichos abuela.

──sí sí, ya entendí. Querida nos puedes dejar a solas, es momento de empezar con nuestra sesión de chismes, mira que esta jovencita no ha venido desde hace un largo tiempo y me tiene muy desactualizada── dice mientras le giña el ojo a Claudia, recibiendo como respuesta una pequeña risa de esta mientras se marcha con la bandeja que tenía en manos.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora