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Golpeaste la puerta de Ben lo suficiente fuerte como para despertar al pobre asiático. Al abrir la puerta lo miraste en su pijama y notaste que su cabello estaba tan despeinado, aquella imagen te hizo sonreír por primera vez en la noche.
—¿Estás bien? — fue lo primero que preguntó el chico cuando te miró afuera de su departamento a las dos de la mañana.
— tuve otra pesadilla — confesaste asustada mientras Ben miraba como luchabas por retener las lágrimas provocando un dolor en su pecho. Él no dijo nada y sólo se limitó a abrir sus brazos para que pudieras abrazarlo, sin dudarlo dejaste que te abrazara y asi poder disminuir el miedo que habían causado tus visiones. Tú y Ben se habían conocido hace tres años en la biblioteca y para su sorpresa, los dos tenían poderes, poderes que los hacían tener miedo.
—¿Quieres hablar de tu visión? — preguntó cauteloso el asiático mientras acariciaba tu espalda sin dejar de abrazarte, escondiste tu rostro entre su cuello y comenzaste a sollozar recordando lo que habías visto.
— se trataba de ti — hablaste en un susurro — estabas muerto y nadie pudo hacer nada para salvarte — confesaste llorando con más fuerza con el temor de que aquella visión realmente se hiciera realidad. Ben se alejó de ti para hacer que lo vieras a los ojos
— estoy aquí, _____, y te prometo que no voy a irme a ningún lado — acarició tu rostro y sin pensarlo te besó, tus lágrimas que adornaban tu rostro comenzaron a desaparecer, Ben te cargó haciendo que envolvieras tus piernas sobre su cintura. Ninguno de los dos quería romper el beso que se había tornado en algo más íntimo, pero cuando lo hicieron sólo se mantuvieron alejados por unos segundos para después volver a besarse con más necesidad.
El asiático te llevó a su habitación, te recostó sobre la cama y se alejó de ti mientras besaba tu rostro y tu acariciabas su torso por debajo de su camiseta.
Ben detuvo sus besos y te miró a los ojos — te amo, ______— confesó por primera vez y sin temor a ser rechazado, sonreiste al escuchar sus palabras
— también te amo, Ben — respondiste — sólo prométeme que no vas a morirte — murmuraste aún preocupada, Ben acarició tu rostro
— jamás te dejaría — murmuró dándote un último beso para después recostarse en la cama y envolverte entre sus brazos y calidez.
