𝐄𝐌𝐈𝐋𝐘 𝐒𝐄 𝐃𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐓𝐎́ con los primeros rayos de sol, sintiéndose emocionada por el día que tenía por delante. Sabía que tenía mucho por hacer para terminar de desempacar y ordenar su nueva habitación. Se levantó de la cama y, todavía en pijama, se dirigió a la cocina.
El silencio reinaba en la casa; sus padres y su hermana Taylor seguían durmiendo. Emily decidió aprovechar la tranquilidad para hacerse un rico desayuno. Preparó unos waffles dorados y esponjosos y una taza de café humeante. Cargada con su desayuno, regresó a su habitación.
Mientras saboreaba los waffles, comenzó a hacer la cama, alisando las sábanas y esponjando las almohadas. Después, se dedicó a vaciar su maleta y las cajas que aún estaban sin abrir. Sacó su ropa, libros y otros objetos personales, colocándolos en sus respectivos lugares. Al terminar su desayuno, llevó su bandeja a la cocina, la dejó en el fregadero y subió nuevamente a su habitación para seguir ordenando.
Se dirigió al baño adjunto a su cuarto, colocando sus productos de skincare en los estantes, doblando las toallas y acomodando los cepillos, el shampoo y otros artículos de higiene personal. Luego, se sentó frente a su tocador y empezó a ordenar su maquillaje y perfumes, alineándolos cuidadosamente.
Finalmente, Emily se cambió de ropa, eligiendo un conjunto cómodo pero elegante. Bajó nuevamente a la cocina y se dispuso a lavar los platos y utensilios que había utilizado para el desayuno. Esta vez, la cocina ya no estaba vacía.
—¡Buenos días! —saludó Emily a sus padres y a su hermana Taylor, que ya estaban sentados a la mesa desayunando.
—Buenos días, Emily —respondió su madre con una sonrisa— ¿Tuviste una buena noche?
—Sí, gracias. Ya terminé de desempacar y ordenar casi todo.
Su padre asintió, tomando un sorbo de café antes de hablar.
—Emily, tu madre y yo empezaremos a trabajar a partir de mañana. Así que mañana, cuando volvamos del trabajo, iremos al supermercado para hacer la compra y también a comprar los útiles escolares. Las clases empiezan en menos de dos días.
—Está bien, papá —respondieron Emily y Taylor al unísono.
Después de un delicioso y revitalizante desayuno, Emily y Taylor tomaron la decisión de pasar la tarde juntas, dedicando tiempo a disfrutar de la compañía mutua y relajarse. Con el ánimo alto y una sensación de anticipación en el aire, ambas hermanas seleccionaron cuidadosamente una serie de películas de acción y terror, planificando una maratón de películas que prometía estar llena de emociones intensas y momentos de gran diversión.
Con todo preparado, se acomodaron en el sofá del salón, envolviéndose en mantas suaves y acogedoras mientras se preparaban para la maratón cinematográfica. No faltaron, por supuesto, las palomitas de maíz, que habían preparado en abundancia y que ahora llenaban varios tazones grandes, listos para ser devorados durante las emocionantes escenas que estaban por venir.
Taylor, con una sonrisa de entusiasmo y una chispa traviesa en los ojos, se giró hacia su hermana mientras ajustaba el volumen de la primera película.
—¿Estás lista para una tarde de emociones fuertes?—preguntó, su voz reflejando la emoción que ambas sentían por la actividad que estaban a punto de comenzar.
Emily, no menos emocionada, le devolvió la sonrisa y respondió con entusiasmo.
—¡Claro que sí! Hace mucho que no hacemos algo así—La expectativa y la alegría en su voz eran evidentes, y la conexión entre ellas se sentía más fuerte que nunca.
La tarde transcurrió rápidamente mientras las hermanas se sumergían en el mundo de las películas que habían elegido. Las risas y los gritos de sorpresa y miedo llenaban el salón, creando una atmósfera vibrante y llena de vida. Cada película trajo consigo una montaña rusa de emociones, desde la adrenalina de las escenas de acción hasta los escalofríos provocados por los momentos de terror.
Pero más allá de las películas en sí, lo que realmente hizo especial esa tarde fue la compañía. Emily y Taylor disfrutaron de cada momento juntas, compartiendo risas, comentarios sobre las escenas y, en ocasiones, abrazándose cuando el miedo se hacía demasiado intenso. Fue una tarde perfecta, un equilibrio entre la actividad productiva de la mañana y una diversión relajada y despreocupada por la tarde.
Al final del día, ambas se sintieron increíblemente agradecidas por haber pasado ese tiempo juntas. La maratón de películas no solo les había proporcionado entretenimiento, sino que también había fortalecido su vínculo. Se sentían más conectadas y listas para enfrentar los nuevos desafíos que podrían traer los próximos días, con el recuerdo de esa tarde perfecta como un recordatorio de lo importante que es tomarse el tiempo para disfrutar de la compañía de quienes amamos.
Cuando llegó la noche, Emily decidió pasar un rato en su habitación. Se cambió a su pijama y se acomodó en su cama, rodeada por la calidez de su colcha favorita. En su estante de libros, encontró una de sus sagas favoritas: "Maze Runner". Había leído esos libros innumerables veces, pero siempre encontraba algo nuevo y emocionante en cada relectura.
Con el primer libro de la saga en sus manos, se sumergió en el mundo de Thomas y el laberinto. A medida que avanzaba en las páginas, sentía que el cansancio del día se desvanecía. La narrativa emocionante y los giros inesperados de la trama la mantenían cautivada.
El sonido del viento afuera y el suave resplandor de la lámpara de noche creaban un ambiente perfecto para la lectura. Emily se perdía en el libro, olvidando por completo el tiempo. Solo cuando los párpados comenzaron a pesarle, decidió que era momento de detenerse. Marcó la página donde se había quedado y dejó el libro en la mesita de noche.
—Mañana seguiré con esto —murmuró para sí misma, con una sonrisa satisfecha.
Apagó la luz y se acomodó bajo las sábanas, pensando en lo emocionante que sería leer el siguiente capítulo al día siguiente. Poco a poco, el sueño la fue venciendo, llevándola a un descanso merecido después de un día lleno de actividad y momentos especiales.
